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La relación con Argentina

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CLAUDIO FANTINI
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El viaje de Alberto Fernández a Montevideo para expresar personalmente su apoyo a Daniel Martínez en plena campaña electoral, haría suponer que no sería buena la relación entre el gobierno argentino que asumirá el 10 de diciembre y el gobierno uruguayo presidido por Luis Lacalle Pou.

Pero no es así. Entre ambas administraciones habría una relación correcta y adecuada.

En rigor, el apoyo del presidente electo argentino al candidato del Frente Amplio puede haber sido una devolución del respaldo público que, durante su campaña electoral para competir contra Mauricio Macri, recibió de José Mujica. Y el respaldo expresado por Mujica puede tener que ver con la necesidad de superar episodios ríspidos entre el kirchnerismo y los gobiernos frenteamplistas. Desde accidentes menores (aunque reveladores), como el micrófono abierto que delató a Mujica diciendo “esta vieja es peor que el tuerto”, hasta la peor confrontación lanzada por el gobierno kirchnerista contra otro país.

Fue la embestida de Néstor Kirchner contra Tabaré Vázquez, a quien quiso obligarlo a desistir de la instalación de Botnia en Fray Bentos. El prolongado corte del puente del lado de Gualeguaychú causó daños graves a la economía uruguaya. Y fue una “pueblada” alentada desde la Casa Rosada.

Salvo la guerra de la Cordillera del Cóndor entre Perú y Ecuador, y las fuertísimas tensiones de Colombia con Venezuela y también con Ecuador en los tiempos de Alvaro Uribe, ninguna tensión regional de las últimas tres décadas fue tan grave como la provocada por la agresiva y fallida embestida de Kirchner sobre Tabaré Vázquez.

Por eso, al asumir su primera presidencia, Cristina Kirchner fustigó al presidente frenteamplista sin que éste pudiera responderle, ante la perplejidad de los mandatarios invitados al acto de asunción.

Alberto Fernández era el jefe de Gabinete de Néstor Kirchner. Y si bien él, que en la última década mostró moderación política y pragmatismo económico, seguramente valora de manera positiva los gobiernos del Frente Amplio, para su vicepresidenta y para los militantes kirchneristas, las políticas económicas implementadas por el Frente Amplio son “neoliberales”. Aunque ahora no lo digan, eso es lo que piensan. Para la mirada kirchnerista, la visión económica de Danilo Astori se encuadra dentro de ese amplio y difuso espectro que define como neoliberalismo.

Pero Alberto Fernández nunca pensó de ese modo. Su relación con un gobierno presidido por Lacalle Pou no tiene por qué ser mala. Por cierto, habrá diferencias en cuestiones de la región pero, manejadas con moderación, no derivarán en choques diplomáticos. Por caso si Lacalle Pou no sobreactúa su afinidad con el llamado Grupo de Lima en relación a Venezuela, limitándose a reemplazar la neutralidad funcional al régimen de Maduro de estos años por una posición más claramente favorable a la redemocratización de ese país caribeño, la diferencia con su colega argentino estará resguardada. Al fin de cuentas, la relación entre los gobiernos de Mauricio Macri y Tabaré Vázquez no fue en absoluto accidentada. Al contrario.

La relación que viene entre Montevideo y Buenos Aires será cordial y fluida porque hubo buenos puentes de entendimiento entre sus nuevos líderes, como el embajador Francisco Bustillo.

Salvo que Alberto Fernández termine siendo, como algunos temen, un títere de su vicepresidenta.

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