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Putin inicia la era pos-Trump

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CLAUDIO FANTINI
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La misma sombra que oscureció su llegada a la Casa Blanca, oscurece ahora su salida del poder: un ciberataque ruso en gran escala. Y la actitud de Donald Trump frente al suceso es tan turbia como en la ocasión anterior.

No existen pruebas ni argumentos para sostener que hubo un “fraude masivo” para imponer a Joe Biden. Sin embargo, Trump lo sigue sosteniendo. En cambio, sobran pruebas de que hubo un ciberataque masivo y las señales apuntan nuevamente a Rusia, pero el mandatario saliente desmiente a sus propios funcionarios, relativizando la escala de la incursión del espionaje cibernético y sostiene que habría sido perpetrado por China. El secretario de Estado Mike Pompeo dijo que las señales apuntan al Kremlin, pero su jefe maniobra para desviar las sospechas hacia Beijing.

A fines del 2016, Barak Obama reaccionó ante el ataque cibernético con que Rusia interfirió en el proceso electoral norteamericano, expulsando a 35 diplomáticos rusos y aplicando sanciones a los aparatos de inteligencia del gigante euroasiático. Pero la escalada entre Washington y Moscú por aquella injerencia empezó a ser revertida desde que Trump llegó al Despacho Oval. El primer paso en la desescalada fue designar como secretario de Estado a Rex Tillerson, empresario petrolero que había estado radicado en Rusia dirigiendo una filial de Exxon y tejió durante aquellos años un fuerte vínculo con la plana mayor del Kremlin.

El hecho de que el gobierno que encabeza Vladimir Putin hubiera interferido en el proceso electoral para que Trump se convirtiera en presidente, acompañó toda la gestión como una sombra. La investigación del fiscal especial Müeller no probó colusión directa entre Trump y Moscú. Pero probó que hubo injerencia rusa, que fue a favor del magnate neoyorquino y que los funcionarios rusos trataron con estrechos colaboradores de Trump.

Que luego haya intentado valerse del presidente ucraniano Volodimir Zelenski para perjudicar la campaña de Biden, confirmaría un modus operandi, más allá de que la mayoría republicana que comanda Mitch McConnell en el Senado lo salvara de la destitución en el juicio político.

La diferencia es que, en el caso ruso, la iniciativa de actuar a favor de Trump habría sido del jefe del Kremlin y, según las investigaciones del ex espía del MI-6, Christopher Steele, porque Putin tendría elementos para chantajear al millonario que quería convertir en presidente.

El hecho es que el propio Trump, desde las primarias republicanas, había propuesto a Rusia como modelo de poder político y a Putin como modelo de liderazgo: el poder del gobernante por encima de las instituciones. Y muchas de las decisiones de esta administración fueron funcionales al tablero geoestratégico del jefe del Kremlin: la inacción frente a la anexión de Crimea y el avance ruso hacia la región ucraniana del Donbás; el debilitamiento de la OTAN por los ataques del presidente norteamericano a los miembros de la alianza; el apoyo al Brexit y a los enemigos del proceso europeo de integración y también el distanciamiento entre Washington y Bruselas, debilitando el bloque de las potencias occidentales.

Ya de salida, otro ciberataque. Una infiltración en gran escala en organismos estratégicos del Estado norteamericano y también en empresas privadas. De haber sido perpetrado por Rusia, esta vez el objetivo ya no sería colocar en la Casa Blanca a alguien funcional al Kremlin, sino posicionarse estratégicamente para declarar una nueva guerra fría, por considerar que Biden va a restaurar la política de contención a Rusia que Trump había desmantelado.

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