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El PSOE en su laberinto

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Rajoy no podía seguir porque el fallo de la justicia en la “Trama Gürtel” había sentenciado su gobierno a la debilidad.

Esa suerte de versión española del caso Odebrecht estuvo acompañada por otros escándalos, como el que poco antes había precipitado la caída de la presidenta de la comunidad madrileña Cristina Cifuentes, por la falsificación de un título de posgrado y la aparición de un video que la mostraba robando cosméticos en un negocio.

El fallo judicial sobre la Trama Gürtel fue el tiro de gracia. Por primera vez una fuerza política, el Partido Popular, fue declarado responsable de una mega operación de corrupción. El presidente conservador actuaba como si no hubiese pasado nada y esa negación de la realidad fue el síntoma de una patología seria.

Su éxito en la recuperación económica lo hacía creer invulnerable. Pero el fallo expuso su talón de Aquiles y Pedro Sánchez disparó con puntería.
La perseverancia es una característica del nuevo jefe de Gobierno. Ese rasgo le permitió, primero, vencer la resistencia de la cúpula socialista para poder convertirse en el secretario general del PSOE.

Y, a renglón seguido, salir del coma político en el que había caído tras llevar al viejo partido de los socialdemócratas hacia el peor resultado electoral de su historia.

Cuando vio el flanco débil de Rajoy, el cadáver político resucitó y se lanzó a la batalla hasta abatirlo, en lo que constituye la primera moción de censura que prospera y destituye un gobernante español. Pero si Sánchez ganó la titánica pulseada, fue también por otro de sus rasgos: la temeridad.

Para la ofensiva final, tejió alianzas que sólo parecen servir para derribar un gobierno derechista; mientras que, para sostener un gobierno que llegó sin haber ganado una elección, dan la impresión de ser inviables. El propio Sánchez pareció advertirlo durante el debate previo a la votación. Si pidió siete veces a Rajoy que dimitiera, probablemente fue por entender que con semejantes aliados no podría gobernar.

Si Rajoy dimitía, se disolvía la cámara y había elecciones anticipadas. En cambio, destituido por una moción de censura, queda un gobierno liderado por Sánchez que debe completar el actual periodo legislativo.

¿Es posible gobernar con los presupuestos elaborados por el gobierno conservador destituido, teniendo como socio principal al partido anti-sistema y pro-chavista Podemos?

Podrá Pedro Sánchez mantener el férreo compromiso de su partido con la unidad de España, si lo sostiene una coalición en la que hay partidos separatistas vascos y catalanes?

Entre los votos que lo hicieron presidente están los de Euskal Herria Bildu, un remanente de Herri Batasuna, que fue brazo político de ETA. También lo ayudaron a encumbrarse el PdeCat y Esquerra Republicana, las principales fuerzas del separatismo antimonárquico que se mantiene desafiante en Cataluña.

En síntesis, la barca que el temerario líder socialista armó para hundir a Rajoy y desembarcar en el poder, es tan precaria que parece navegar hacia el naufragio.

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