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Perú entre dos autoritarismos

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CLAUDIO FANTINI
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Churchill definió al éxito como la capacidad de “ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. Como no lo desalentaron dos fracasos electorales, Guillermo Lasso terminó alcanzando su meta: la presidencia de Ecuador.

¿Será también el caso de Keiko Fujimori? Tras ser derrotada en los ballotages del 2011, por Ollanta Humala, y del 2016, por Pedro Pablo Kuczynski, la hija del déspota que imperó en los ’90 vuelve a entrar en la segunda vuelta.

Sus chances existen a pesar de haber sacado menos votos que Pedro Castillo en la primera vuelta porque, en esa votación, fueron más los peruanos que optaron por alguna de las alternativas derechistas y centroderechistas. De fluir hacia el fujimorismo el grueso de los sufragios que se repartieron López Aliaga, Hernando de Soto y Yony Lescano, Keiko ocupará el despacho que había ocupado su padre.

No obstante, tanto Humala como Kuczynski habían llegado a la presidencia precisamente porque, en el duelo final, lograron representar un “mal menor”, la opción menos extrema, frente al fujimorismo. Humala se corrió al centro desde el duro nacionalismo izquierdista que expresa el “etnocacerismo”, la ideología impulsada por su padre, Isaac Humala. Y Kuczynsiki, de por sí un centrista, logró mostrar una imagen menos ortodoxa de su liberalismo económico.

Keiko y su partido, Fuerza Popular, tenían el piso más alto de votantes, pero también el techo más bajo. Ergo, quien entrara al ballotage con ella la derrotaría de mostrarse como la opción moderada. Así ocurrió. La pregunta hoy es cuál de las opciones autoritarias que disputarán el ballotage en Perú, tiene el techo más bajo.

Pedro Castillo hace un valioso aporte a la política al dar centralidad en el debate a la educación, otorgándole la prioridad que ninguna dirigencia le ha otorgado. Pero no titubea al amenazar con un cierre del Congreso y anunciar que regulará los medios de comunicación. Aunque su debut político fue en el partido de Alejandro Toledo, o sea la centroderecha liberal, su paso por el sindicalismo combativo y su postulación por el Partido Perú Libre estarían mostrando una radicalización ideológica en la izquierda peruana.

Fundado y liderado por el dirigente marxista-leninista Vladimir Cerrón, Perú Libre se reivindica “mariateguista”. Poseedor de un intelecto vigoroso, José Carlos Mariátegui fundó el Partido Comunista Peruano y realizó la primera traducción al español en América Latina de “El Capital”, de Karl Marx.

La visión del lúcido autor de “El Amauta” y los “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana” sobre el rol de los pueblos indígenas en los procesos revolucionarios, fue deformada en los claustros de Filosofía de la Universidad de Ayacucho por Osmán Morote y Abimael Guzmán, impulsores de la agrupación Bandera Roja, de la que surgió la sanguinaria guerrilla Sendero Luminoso.

Ni Mariátegui habría aprobado esa versión peruana del Khemer Rouge camboyano que fue el senderismo, ni está probado que agrupaciones allegadas a aquella demencial milicia maoísta estén detrás del Partido Perú Libre. Pero es la primera vez que se impone en primera vuelta y queda en posición de alcanzar la presidencia una agrupación que se declara marxista-leninista y cuyas propuestas de cambios radicales implicarían un régimen autoritario.

Si a la segunda vuelta hubiera entrado alguna expresión centrista de la izquierda o la derecha, por caso la frenteamplista Verónika Mendoza o el liberal Hernando de Soto, la mayoría de los peruanos tendría una opción dentro de la cultura democrática. Pero con Keiko Fujimori y Pedro Castillo en el ballotage, quedaron ante una diagonal con caminos que conducen al autoritarismo. Falta ver si optan por el autoritarismo de izquierda o el de derecha. Salvo que alguno de los dos se corra hacia el centro y haga compromisos con fuerzas moderadas para garantizar gobernabilidad desde el Congreso.

Si ninguno asume compromisos que garanticen un gobierno más centrista, el fantasma del auto-golpe, como el que dio Alberto Fujimori en 1992, recorrerá Perú porque la atomización en el Poder Legislativo será una barrera que los dos intentarían demoler.

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