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Un perfecto chivo expiatorio

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CLAUDIO FANTINI
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Que el ministro que comparte con el presidente sus ideologismos y su adicción a las teorías conspirativas, haya presentado su renuncia, muestra la preocupación que crece en el oficialismo.

Ernesto Araujo decidió dejar la cancillería de Brasil, agobiado por “el fuego amigo”. Los partidos de la coalición ultraconservadora que gobierna presionaron desde el Congreso para sacarlo del Palacio de Itamaraty. Intentan convertirlo en el único extremista e impulsor de los sabotajes del gobierno al distanciamiento social, la campaña de vacunación y las políticas anti-pandemia implementadas en los estados que componen la federación.

Las fuerzas que lanzaron la ofensiva contra el canciller creen que se puede convertir a Araujo en chivo expiatorio de las derivas y delirios de Jair Bolsonaro. Pero no son los únicos que quieren expiar los estropicios cometidos por el presidente en la pandemia. Seguramente, muchos militares y también empresarios, además del inteligente y discreto ministro de Hacienda Paulo Guedes, deben percibir que para tener chances de reelección el año próximo, hay que empujar a Bolsonaro al centro.
Si no puede mostrarse moderado, equilibrado y sensato, el presidente tiene pocas chances de resultar reelecto.

Como Araujo comparte con su jefe la mirada ultraconservadora, el desprecio visceral a las elites intelectuales de centroizquierda y centroderecha, así como también su creencia en las teorías conspirativas, se lo consideró el más adecuado para cargar con las patologías que están detrás de la prolongada parálisis del gobierno central y de los sabotajes presidenciales a las políticas sanitarias que condujeron al desastre sanitario que padece Brasil.

Bolsonaro y Araujo comparten la admiración por los postulados estrambóticos del pensador esotérico Olavo de Caravalho. Bajo ese influjo, el diplomático acompañó al ex capitán en el error inaceptable de adherir fanáticamente a Donald Trump y apoyar su descabellada denuncia de “fraude” en la elección que perdió frente a Joe Biden. Sin autocrítica y acompañando con acciones la prédica anti-vacuna de Bolsonaro, Ernesto Araujo atacó a los gobiernos de Biden y de Xi Jiping, complicando el acceso de Brasil a las grandes cantidades de vacunas que necesita desesperadamente.

Araujo y Bolsonaro no pueden ver el carácter delirante de sus acciones ni los estropicios que han causado. Pero los partidos de la coalición, deseos de seguir a la sombra del poder, están viendo lo que aún no reflejan las encuestas: Bolsonaro naufraga en la pandemia.

Por presión de los asustados del gobierno, Bolsonaro ya dejó de sabotear el distanciamiento social, de hacer afirmaciones delirantes y de insultar a quienes lo critican. Recién a esta altura del desastre sanitario empezó a usar barbijo y a anunciar iniciativas apuntadas a disminuir las muertes por covid. También dejó de promover la cloroquina y de sembrar miedo contra las vacunas.

Curiosamente, las chances de Jair Bolsonaro dependan de Lula da Silva. Sucede que, si el líder del PT mantiene el discurso radicalizado que esgrime desde que el juez Sergio Moro se propuso encarcelarlo, la polarización podría resultar funcional al presidente, en tanto no aparezca una figura centrista y se descubra que la mayoría de los brasileños están hartos del odio cruzado entre los extremos.

Pero los partidos que apoyan a Bolsonaro calculan que Lula volverá a la centroizquierda para complicar la reelección de un presidente que deambula por la derecha extrema. Por eso lo presionan para que se modere y se corra al centro, mientras intentan convertir a Ernesto Araujo en el único responsable de los boicots contra las vacunas, las políticas sanitarias y la racionalidad gubernamental.

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