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De perdedor serial a ganador

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CLAUDIO FANTINI
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Parecía un Clark Kent que nunca se convierte en Superman. Mucha pinta y retórica elocuente, pero perdedor serial de elecciones.

Pedro Sánchez sumaba derrotas que debilitaban su liderazgo opositor y hasta su propio partido se lo quiso sacar de encima.

Sin embargo, cuando lo estaban enterrando quienes lo consideraban políticamente muerto, resucitó y se convirtió en carta ganadora del PSOE.
Su categórico triunfo noqueando al PP, mostró que ese dirigente incapaz de construir victorias desde el llano opositor, gana lucidez y se vuelve un ganador cuando actúa desde la cumbre del poder.

No la había alcanzado escalando sobre sufragios, sino orquestando el voto de censura que derribó a Mariano Rajoy. Pero ese líder conservador fue más víctima de si mismo que de una conspiración parlamentaria. Rajoy apostó al confrontacionismo duro que puso la política española en estado de histeria. Sus agresivas decisiones inflaron las velas del separatismo, generando la crisis que resquebrajó el mapa español a la altura de Cataluña.

Por cierto, el aventurerismo de Carles Puijemont y la radicalidad de Oriol Junqueras aportaron lo suyo, pero el estropicio había comenzado cuando Rajoy anuló el “Estatut” acordado con el gobierno de Rodríguez Zapatero, y llegó al nivel de brote sicótico cuando impulsó un boicot a los productos catalanes.

Como Pablo Casado en lugar de devolver moderación y sensatez al PP lo que hizo fue mantenerlo en “modo Rajoy”, el tradicional partido de la derecha española empezó a ser blanco del hartazgo de la sociedad con las dirigencias agresivas. Por eso en las elecciones del domingo ganaron el PSOE, la expresión más moderada de la España izquierdista, y Ciudadanos, la expresión más moderada de la centroderecha liberal, mientras que se derrumbó el PP al recibir el peor castigo electoral de su historia.

Sánchez se legitimó en las urnas porque se había corrido hacia el centro al retomar las políticas de diálogo y negociación con los nacionalismos vasco y catalán, iniciadas por Felipe González con buenos resultados, tanto para la unidad de España como para la política y la economía en Cataluña y el País Vasco.

Por cierto, quienes quedaron sangrando por le herida describen un populismo sin escrúpulos que traiciona la Constitución de 1978 al asociarse con extremistas como Bildu y con separatistas como Esquerra Republicana. Pero si después de su victoria, Sánchez no reemplaza a Podemos y los otros socios que tuvo en estos diez meses de gobierno, para aliarse con Ciudadanos, como parece preferir, será porque Albert Rivera optó por continuar el confrontacionismo de Casado y de Rajoy. Ni bien terminó el escrutinio, empezó a repetir que su partido no integraría una alianza gubernamental con el PSOE.

El voto no fue a los extremos, sino al centro. Por eso Vox sacó mucho menos de lo esperado y Podemos perdió varios escaños.

Sánchez comprendió la demanda de serenidad recién cuando llegó al gobierno mediante una emboscada parlamentaria. Ahora se legitimó en las urnas, dejando atrás al Clark Kent que nunca se convertía en Superman.

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