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El Papa del silencio

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claudio fantini
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Pensando con desconfianza, se puede sospechar que la decisión tomada sobre los archivos secretos del pontificado de Pío XII procura desviar la atención mundial de los escándalos por la pederastia en la iglesia.

La tradición es dejar pasar setenta años para hacer público los documentos reservados sobre cada papado y, en el caso de Pio XII, Francisco se estaría adelantando casi una década.

Pero habiendo mediado un reclamo de Yad Vashem, la entidad que mejor cuida la memoria del holocausto, es posible que la intención del Papa al ordenar que el año próximo se develen esos secretos, sea poner fin a la vieja sospecha de que quien ocupó el trono de Pedro durante la Segunda Guerra Mundial fue, con su silencio, un cómplice de los crímenes del nazismo.

Bergoglio está convencido que Pío XII salvó a miles de judíos. Y muchos elementos apoyan su certeza. El Papa que, oficialmente, calló frente a la industrialización del asesinato, estaba al tanto de los sacerdotes y conventos alemanes que escondían judíos y gitanos para salvar sus vidas.

Francisco parece coincidir con la visión según la cual la mirada condenatoria a Pío XII es consecuencia, entre otras cosas, de la influencia de obras como “El Vicario”, del dramaturgo alemán Rolf Hochhut. El hecho de que ese drama publicado en 1963 haya influido en películas taquilleras como “Amén”, de Costa Gavras, prueba que, ciertamente, Hochhuth aportó lo suyo a la lectura del capítulo de Pío XII en la iglesia.

También aportó la prosapia de aquel Papa. Eugenio María Giuseppe Giovanni Pacelli era un aristócrata de la llamada “nobleza negra”: la alta burocracia vaticana.

En relación al asenso del nazismo, en sus antecedentes hay luces y sombras: como cardenal de Pío XI, había participado en la negociación del “Reichconcordat”, que se preocupaba más por la iglesia alemana que por las comunidades que el fanatismo nazi estigmatizaba. Pero años más tarde, el cardenal Pacelli fue uno de los redactores de la encíclica que denunciaba a la ideología hitleriana como una monstruosidad.

Una verdad histórica es que Pío XII salvó mucha gente de las fauces del nazismo, actuando secretamente. Pero también es una verdad histórica que su iglesia guardó silencio. No usó su voz y su peso institucional en el mundo para denunciar el genocidio en marcha. Ni siquiera evitó que, en la mismísima Roma, los fascistas hicieran en 1943 una redada de judíos para enviarlos a Auschwitz. Tampoco denunció luego el exterminio de esos judíos romanos en aquel campo de concentración.

La apertura de los archivos secretos del Papa Pacelli reabrirá un debate con ecos latinoamericanos. La iglesia argentina encabezada por el cardenal Primatesta salvó gente apresada por la última dictadura militar, pero no usó su peso institucional para denunciar abiertamente aquella maquinaria criminal.

Su contracara fue monseñor Silva Henríquez creando la Vicaría de la Solidaridad para defender los Derechos Humanos arrasados por Pinochet en Chile.

Bergoglio fue parte de aquella iglesia argentina que oficialmente callaba, mientras muchos de sus miembros ayudaban como podían a las víctimas de un aparato exterminador.

Pero no es lo mismo la iglesia de un país frente a una dictadura específica, que el gobierno de la iglesia mundial frente a un fenómeno como el nazismo. Además, en detrimento de la justificación a Pío XII está su propia actuación política: al comunismo italiano que lideraba Togliatti lo enfrentó sin guardar silencio. Y sin complejos por mezclar política y religión, fue uno de los impulsores de los partidos democristianos.

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