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La opereta que tapa un drama

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CLAUDIO FANTINI
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El desembarco en Bahía de Cochinos en abril de 1961 quedó en la historia como ejemplo de operación desastrosa. 

Por no haber contado con cobertura aérea, los disidentes cubanos fueron fácilmente diezmados por las fuerzas de Fidel Castro, el gran favorecido por aquella aventura mal planeada y ejecutada.

La “Operación Gedeón” fue aún más negligente y desastrosa que su antecedente cubano. Quienes la diseñaron eligieron el nombre del antiguo guerrero judío que combatía a los enemigos de los israelitas. Además de estratega y militar, Gedeón era un juez. Por eso representa la guerra justa.

Pero a diferencia del antiguo héroe de Judea y Samaria, los militares venezolanos disidentes y los contratistas norteamericanos fueron pésimos estrategas y patéticos guerreros. Sus barcazas navegaron en plena pandemia, con el mar casi desprovisto de embarcaciones y, por ende, siendo fácilmente detectables. El grupo incluía dos norteamericanos que habían sido boinas verdes, unidad de operaciones especiales en absoluto especializada en desembarcos. Más curioso aún es que los dos estadounidenses portaran sus documentos de identidad, algo inconcebible en una operación encubierta. Otra curiosidad es que la especialidad de los boinas verdes, que es formar unidades locales de contrainsurgencia, estaba imposibilitada en Venezuela porque los dos que participaron no hablan castellano. La lista incluye errores logísticos: una de las embarcaciones se quedó sin combustible antes de llegar a La Guaira.

Semejante enchastre terminó en un fallido desembarco que le dió oxígeno a un régimen asfixiado. El calamitoso fracaso de la operación reemplazó en los titulares a la masacre en una cárcel venezolana.

El régimen necesitaba tapar su sangrienta represión en el presidio de Guanare. Sacar de las primeras planas esa nueva muestra de brutalidad y de las calamidades que padece Venezuela. Desde hace tiempo, los reclusos no recibían alimentos del Estado sino de sus familias. Pero la pobreza es tan grande que los carceleros empezaron a comerse la comida que les llevaban los familiares. Por esos estalló la protesta de presidiarios que las autoridades aplastaron con una masacre.

Casi medio centenar de muertos se sumó a la larga lista de víctimas que sigue creciendo. No obstante, en los medios internacionales este nuevo capítulo del drama venezolano fue relegado por esa comedia absurda llamada Operación Gedeón. Algo tan beneficioso para el calamitoso régimen chavista que hasta parece orquestado en el Palacio de Miraflores.

Juan Guaidó tendrá que demostrar que nada tuvo que ver con ese enchastre.

A esta altura se entiende que apueste a una acción violenta contra el régimen. Pero si esa acción es desastrosa, entonces queda entre los derrotados.

También Donald Trump tiene una cuota del fracaso, aunque Estados Unidos no haya participado en la operación. Lo vincula ofrecer una recompensa para quien capture a Maduro y sus lugartenientes. En definitiva, 15 millones de dólares pueden incentivar a mercenarios y aventureros.

Lo más notable es que la iniciativa de ofrecer públicamente una recompensa por la captura del dictador resulta absurda en sí misma. Un instrumento que retrotrae al lejano oeste decimonónico, cuando se pegaban carteles con la palabra “wanted” (en el sentido de “buscado”), la foto del forajido y la suma ofrecida.

Por eso también Trump está en la lista de los perjudicados por esta comedia de torpezas que desvió la atención del drama venezolano y le quitó el récord de operaciones desastrosas al desembarco en Bahía de Cochinos.

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