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La moneda conservadora

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Claudio Fantini
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En el mismo puñado de días en que Latinoamérica tuvo como protagonista a Jair Bolsonaro, en Alemania Angela Merkel le ponía fecha al final de su carrera política. En el 2021, al concluir su actual mandato, dejará el gobierno y el liderazgo partidario.

Merkel y Bolsonaro son las dos caras contrapuestas del conservadurismo. La prueba más clara de que nada hay en común entre derecha y ultraderecha; la medida de la oceánica diferencia entre ser conservador y ser ultraconservador.

La mujer que creció en la Alemania comunista y se destacó como científica en el campo de la Física, se sumó al partido de Adenauer ni bien cayó el Muro y su capacidad deslumbró a Helmut Kohl.

Cuando la sombra de la corrupción oscureció la imagen del "canciller de la reunificación", el camino hacia el poder se abrió para la Física que había obtenido un doctorado en Química Cuántica con una tesis deslumbrante, y que conservó el apellido de su primer marido, el Físico Ulrich Merkel, aun después de casarse con su segundo marido, el Químico Joachim Sauer.

Desde que se convirtió en canciller, la imagen mundial de Merkel creció hasta ser un paradigma del gran estadista. Sin embargo, en sus gobiernos predominó la Gran Coalición, como los alemanes llaman a los cogobiernos entre conservadores y socialistas; excepcionalidad cuyo primer caso fue el gobierno que encabezaron Kurt Kiesinger y Willy Brandt entre 1966 y 1969. Aquella vez los dos grandes partidos decidieron afrontar juntos una serie de duras pero necesarias reformas económicas.

La razón de los últimos cogobiernos de conservadores y socialdemócratas tiene que ver con el ascenso de fuerzas radicales. Die Linke creció en la izquierda dura mientras Alternativa por Alemania se erigía como una vigorosa extrema derecha.

Merkel pudo haber optado, como los conservadores austriacos, por una coalición que incluyera a la ultraderecha para no tener que aliarse con la centroizquierda. Pero eligió lo inverso. Formó gobierno con los socialdemócratas para no tener que hacerlo con la ultraderecha.

La razón es medular: la centroizquierda defiende la sociedad abierta, diversa y plural del Estado de Derecho. Mientras que los ultraconservadores colocan la nación por sobre la república, la mayoría por sobre las minorías y el poder de un líder por sobre las instituciones.

Merkel entiende que los fundamentos de la sociedad que defiende su conservadurismo, tienen por aliados a los socialdemócratas y por enemigos a los extremos de la izquierda y la derecha.

Por todo lo que hizo y dijo, Merkel es la contracara de Bolsonaro. Si bien en la presidencia puede cambiar, quienes hoy quieren ver en Bolsonaro grandezas que jamás mostró son el equivalente en esa vereda de lo que los defensores de Maduro son en la vereda opuesta.

Así como cambió su posición económica (siempre había apoyado la visión, más desarrollista que libremercadista, del régimen militar), también es posible que cambie en lo político.

Además del desarrollo que podría traer al Brasil, virar hacia una economía abierta siguiendo el modelo chileno podría poner bajo control los instintos autoritarios y violentos de Bolsonaro.

Será así si desecha gobernar como Pinochet, para imitar el modelo que encarna Sebastián Piñera; un centroderechista prestigioso y claramente democrático como su máxima referente: la imponente Angela Dorothea Merkel.

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