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Mancha sobre el Lava Jato

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CLAUDIO FANTINI
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Si Sergio Moro no hubiese aceptado la porción de poder político que le ofreció Bolsonaro, el impacto sobre su imagen y sobre el prestigio del Lava Jato sería menos devastador.

Sencillamente, fue un estropicio haber aceptado el súper-ministerio ofrecido por el hombre al que sus decisiones judiciales abrieron el camino hacia la presidencia. Si algo debía priorizar, era la credibilidad del proceso que cambió el rumbo político porque, encarcelando a Lula da Silva, dejó fuera de la contienda al candidato mejor posicionado en todas las encuestas. Pero no fue eso lo que priorizó al aceptar el ministerio.

Su salto al poder político opacó al Lava Jato. Y esa opacidad se acentuó con la revelación de los contactos que Moro mantuvo con el fiscal Delton Dallagnol, coordinando acciones para que el líder del PT terminara en prisión.

La ilegalidad de lo actuado por el juez y el fiscal al haber intercambiado mensajes sobre el proceso en marcha, está planteado hasta en la Constitución vigente desde 1988. No obstante, como las pruebas de esos contactos indebidos se obtuvieron por hackeo, es posible que su origen ilegal las invalide para declarar la nulidad de lo actuado. Aún así, el efecto de las revelaciones mancha la imagen del juez y del gobierno. Sucede que los chats divulgados parecen confirmar la sospecha que generó la turbia incorporación de Moro.

El contraataque apuntará al sesgo ideológico del periodista norteamericano que divulgó los chats. Glenn Greenwald es un duro crítico de Washington. Fue quien difundió la información clasificada que obtuvo Edward Snowden sobre el espionaje de la NSA que alcanzó incluso a gobernantes aliados de Estados Unidos.

Además de defender a Julian Assange y a WikiLeaks por la masiva difusión de cables diplomáticos confidenciales, Greenwald denunció las políticas de Trump hacia el régimen venezolano, calificándolo como injerencia golpista, y criticó la pasividad del establishment demócrata.

Moro se defenderá atacando a ese abogado constitucionalista que, más allá de los cuestionamientos que se le pueden hacer, ha recibido distinciones periodísticas tan importantes como el Premio Pullitzer, por ejemplo.

El efecto negativo de la difusión de los chats de Moro, es que a ésta prueba de intencionalidad política en el encarcelamiento de un ex presidente, será utilizada arteramente para la victimización de otros líderes con apremios judiciales, como Cristina Kirchner.

Las usinas kirchneristas intentarán equiparar a Moro con el juez Claudio Bonadío, a quien acusan de llevar adelante una persecución política contra la expresidenta. Usarán la revelación de los chats como prueba de que la derecha continental se vale de jueces para desprestigiar y encarcelar a “lideres progresistas”.

La realidad es que poco hay en común entre el opaco encarcelamiento de Lula allanando el camino a Jair Bolsonaro, con los procesos por el aparato de enriquecimiento ilícito que puso en marcha Néstor Kirchner y no desactivó su esposa al sucederlo en el cargo.

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