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La madre de todas batallas K

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CLAUDIO FANTINI
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¿Estaban todos confundidos, como dijo Alberto Fernández de los miles de argentinos que se manifestaron para repudiar la expropiación del gigante agro-exportador de Santa Fe?

En tal caso, quizá los confunda el propio presidente, que un día califica de “ideas locas” a las que planteó el kirchnerismo para obtener acciones de empresas; después anuncia la expropiación de Vicentín, a renglón seguido dice que escuchará alternativas, pero más tarde afirma que no hay más alternativa que expropiar, y después acepta la idea del gobernador santafecino para que la empresa en cuestión no sea expropiada. Como para no confundirse.

La pregunta, en todo caso, es si las multitudes que rechazaron la expropiación este fin de semana están por demás sugestionadas. También si exageran los comunicadores y dirigentes que, aunque con otras palabras, están llamando a la resistencia y presentando el caso Vicentin como “la madre de todas las batallas” para impedir que Argentina se convierta en Venezuela.

En rigor, en el ala radicalizada del oficialismo también hay quienes consideran esta instancia como “madre de todas las batallas”, mientras en la vereda opositora, hay quienes la describen como la gran revancha de Cristina Kirchner por la derrota de la Resolución 125, resistida en las rutas por los productores agropecuarios y finalmente abatida en el Senado por el voto “no positivo” de Julio Cobos.

Otra vez en una vereda está el campo y en la otra el kirchnerismo. Ahora sin Néstor Kirchner pero con Cristina más ensimismada en sus instintos hegemónicos, sus pulsiones ideológicas y sus rencores políticos.

Si Vicentin es expropiada, el kirchnerismo iría por otras empresas. Las que quebrarán por la pandemia y el derrumbe económico. Alberto Fernández no sería más que la máscara moderada de esta reedición recargada del “vamos por todo”.

Quizá haya sugestión, pero hay razones que la explican. Alberto Fernández implementó una expropiación plagada de incorrecciones legales, anunciándola junto a la senadora ultrakirchnerista que, como otros en su sector, parecen seguir el manual de Hugo Chávez. Para colmo, al justificar su anuncio, el presidente proclamó la “soberanía alimentaria”.

Chávez comenzó a adueñarse de la economía venezolana con la expropiación de Agroisleña, la empresa proveedora de insumos agrícolas y fertilizantes que convirtió en “Agropatria” y proclamó ¿qué cosa?: “la soberanía alimentaria”.

Con los petrodólares de PDVSA, Venezuela siempre había sido importadora de alimentos. Chávez no cambió esa realidad. La empeoró. O sea, la “soberanía alimentaria” fue sólo una de las tantas frases altisonantes del exuberante líder caribeño. Agropatria se burocratizó y debilitó, igual que todas las empresas expropiadas y también PDVSA. Pero en el kirchnerismo no toman nota de esos resultados calamitosos sino de las resonantes frases que usaba Chávez para imponer un poder hegemónico ruinoso. “Revolución agraria”, “expropiación por el interés nacional” y la que el kirchnerismo ya había dicho y ahora se la hizo decir a este presidente: “soberanía alimentaria.

Quizá Cristina y su gente conocen los resultados calamitosos de las expropiaciones de Chávez. Pero lo que les interesa es lo que el chavismo logró al apropiarse de la empresa que proveía insumos imprescindibles a los productores rurales venezolanos: ponerlos bajo control del régimen. Para poder producir sus campos, tenían que ser clientes de Agropatria, por lo tanto la fijación de precios y todo lo demás quedó en manos de Chávez.

Ese es el plan oculto de Cristina. Con una empresa de tanta incidencia en el mercado y, por ende, en las ganancias, pérdidas y producción agrícola, el sector que la derrotó en la batalla de las retenciones, ahora quedaría bajo control y terminaría de rodillas.

El kirchnerismo cree que perdió la crucial batalla de las retenciones, por no haber tenido un instrumento como el que les daría la expropiación de Vicentin. Por eso el “banderazo” del fin de semana es el inicio de lo que el ala radicalizada de la oposición considera una resistencia imprescindible y el ala chavista del oficialismo describe a través de uno de sus principales ideólogos, Horacio Verbitsky, como el comienzo de “la operación para derribar al gobierno”.

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