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Macri jaqueado por el Papa

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Si, poco antes de comenzar el debate en Senado, el Gobierno tuvo que decir algo que debiera ser obvio, “el presidente no vetará la Ley del Aborto”, es porque el Papa le había exigido vetarla.

En su homilía del lunes, el arzobispo de La Plata reclamó el veto presidencial si el Senado aprobara la Ley. Y monseñor Víctor Fernández es lo suficientemente allegado a Francisco como para dejar en claro que, a semejante pronunciamiento, sólo puede hacerlo si el Papa argentino quiere que lo haga.
Paralelamente, en el tedeum y demás principales homilías de la fecha patria (el 9 de Julio es el Día de la Independencia) el cardenal Poli y los obispos lanzaban ataques simultáneos contra el proyecto de legislación que ayer comenzó a debatir el Senado. Para que la presión sobre el gobierno resulte más asfixiante, mezclaron sus discursos con pronunciamientos políticos de tinte nacionalista y contra las medidas de ajuste que el gobierno intenta aplicar.
Con otras palabras, pero de manera elocuente, los discursos de los altares describieron un presidente neoliberal, encabezando un gobierno de los ricos que oprime a los pobres y se arrodilla ante el FMI.
En esta “madre de todas las batallas” que lanzó la iglesia, empujada por el caudillismo que ejerce el Papa en su país, el mensaje político y el mensaje antiabortista fueron dos brazos de una tenaza. Y a la presión la completó, de manera explícita, el arzobispo de La Plata reclamando el veto.
El mensaje completo parece decirle a Macri que la iglesia tiene llegada e influencia en el con-urbano bonaerense y en todas las villas y barrios humildes del país, advirtiéndole que puede colaborar a la calma social ante el ajuste aplicado por el gobierno, o empujar masas a las calles.
Una actitud u otra, dependen de que Macri vete o no la ley que aprobaría el Senado.
Para el presidente, cumplir esa exigencia del pontífice equivaldría a inmolar su debilitado liderazgo en una capitulación humillante. Una cosa es vetar una ley sobre tarifas surgida por iniciativa opositora y a contramano del Presupuesto, y otra muy distinta es vetar una ley cuyo debate ha sido habilitado por el propio presidente.
El tono de la iglesia es contundente. La casi totalidad de los políticos que rechazan el aborto hablan de “salvar las dos vidas”, evitando pronunciamientos agresivos sobre un tema tan inflamable, mientras en los altares retumban palabras como “asesinato” y “crimen”.
El Papa le ha dicho “jaque” a Macri, intentando encerrarlo en una opción de hierro: inmolar su liderazgo con una rendición inaceptable y denigrante para vegetar en el poder hasta el final del mandato, o afrontar un sismo social que podría derribarlo.

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