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El liderazgo inesperado

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CLAUDIO FANTINI
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Parecía un Clark Kent que nunca se convertiría en Superman. Como si los anteojos gruesos y la timidez lo condenaran a segundos planos. Pero sorprendió atreviéndose a lo que no se habían atrevido muchos antecesores.

Primero enfrentó a la mayoría legislativa que obstruía sus iniciativas, disolviendo el Congreso y convocando a nuevas elecciones. Y luego afrontó con éxito un impeachment que intentó destituirlo.

Martín Vizcarra había llegado de rebote al centro del escenario político. La salida anticipada de Kuczynski lo colocó en la presidencia. Sus adversarios lo consideraban un pusilánime que, como una hoja suelta, quedaría a merced de los vientos políticos. Por eso los sorprendieron tanto las iniciativas que procuraron bloquear en el Congreso. Más los sorprendió que respondiera las mociones de censura disolviendo la legislatura y convocando nuevas elecciones.

Fue entonces cuando resolvieron derribarlo y buscaron hasta encontrar el gatillo para disparar un juicio de vacancia. Pero Clark Kent ya se había convertido en Superman y en lugar de dimitir antes del impeachment como hizo su antecesor, lo afrontó. Y se impuso.

Vizcarra le torció el brazo a quienes quisieron derribarlo, pero la victoria tuvo su precio: la mayoría de los legisladores que votaron contra su destitución, lo criticaron duramente. Al exponer durante el juicio casi todos lo atacaron, aunque muchos terminaron salvándolo de la vacancia.

Todo comenzó por un caso menor. Se investigaba la turbia contratación de un cantante, cuando un colaborador de Vizcarra lo grabó mientras instruía a dos asistentes para que no respondieran la verdad si las interrogaba la comisión investigadora. Eso derivó en acusación de instigar a la mentira por la que el Congreso avanzó hacia el juicio político, que fue aprobado por el Tribunal Constitucional. Sin embargo, la percepción en la sociedad es que la verdadera razón eran las reformas anticorrupción que impulsa el presidente, su apoyo a los jueces que instruyen el Lava Jato en Perú y también las reformas educativas que chocan contra intereses de grandes universidades privadas cuyos dueños tienen escaños en el Poder Legislativo y conducen uno de los partidos más entusiasmados con su destitución.

Con las encuestas en las manos, muchos legisladores dieron marcha atrás en la decisión de aprobar la vacancia. Las razones ocultas habían quedado a la vista, frustrando el plan.

A esta altura, Perú debería analizar el artículo decimonónico que plantea la “incapacidad moral” por la cual se justifica la declaración de vacancia. Algunos constitucionalistas sostienen que, al redactarse la Constitución en la primera mitad del siglo XIX, “incapacidad moral” no tenía la misma significación que tiene hoy. Por entonces, el término aludía más bien a “incapacidad mental”. Ergo, no estaba referida a indecencia o corrupción, sino a equilibrio emocional y psicológico; lo que se juzgó en el congreso ecuatoriano cuando se destituyó a Abdalá Bucarán en 1997.

En Perú, por “incapacidad moral” destituyeron en 1824 a Riva Agüero, y en 1914 juzgaron injustamente a Guillermo Billinghurst. Pero ya merecía una adecuación cuando se imputó a Kuzcynski, motivando la renuncia antes del juicio y convirtiendo en presidente al vicepresidente Vizcarra.

Ese camino hacia el poder auguraba una gris presidencia de transición. Sin embargo este ingeniero que había gobernado Moquegua desafió al establishment político y enfrentó a la poderosa Keiko Fujimori, decidido a derribar las vallas que intentaban detenerlo.

Falta ver si haber superado la vacancia, pero recibiendo tantos y tan duros cuestionamientos, lo debilitó o por el contrario lo fortaleció posicionándolo como nuevo líder.

Es probable que sobrevivir a la “criptonita” con que quisieron acabarlo, consolide la fuerza de este Clark Kent al que nadie esperaba ver convertido en Superman.

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