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La imprescindible Merkel

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CLAUDIO FANTINI
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En medio de una tormenta inédita que sacude violentamente el avión, los pasajeros escuchan al comandante explicar que ni él ni su copiloto saben cómo maniobrar en tales condiciones, ni tienen la menor idea del rumbo que llevan ni de la ubicación del destino al que pretenden llegar.

La pandemia es la tormenta y los habitantes del mundo, como los pasajeros del avión, ya escucharon a gobernantes y científicos anunciar, como hizo el piloto, que no saben cómo se sale de este trance sin precedentes ni cuál es el rumbo para arribar al destino, entendiéndose por “destino” la normalidad que secuestró el COVID-19, y por “normalidad” la libertad de movimiento y de trabajo.

¿Qué se espera del piloto que atraviesa una tormenta desconocida para la cual no hay manuales ni bitácoras ni brújulas? Lo lógico es esperar que tenga sensatez, responsabilidad, inteligencia y escrúpulos. Lo mismo cabe de los gobernantes. Sin esos rasgos, los líderes pueden valerse de la pandemia para acumular poderes que resten libertades y derechos, o entregarse a la corrupción, o simplemente posar de héroes para obtener ventajas políticas.

El verdadero héroe en el escenario de la pandemia es el líder sensato, inteligente, responsable y con escrúpulos. El que no se valdrá de la circunstancia para construir poder hegemónico; ni posibilitará corrupción ni posará de salvador providencial ni procurará protagonismo estelar.

Seguir la senda señalizada por las virtudes del gobernante imprescindible, conduce a Angela Merkel.

La pandemia expuso crudamente la inutilidad peligrosa de los demagogos ultraconservadores y de los ideologismos izquierdistas. Toda la responsabilidad, incluso culpa, que el régimen chino pueda tener y que devienen de su naturaleza autoritaria, no libran a Donald Trump de sus gigantescas responsabilidades y culpas. Haber desmantelado las estructuras científicas y la unidad anti-pandemia que había creado Barak Obama acrecentó la vulnerabilidad catastrófica de la sociedad norteamericana ante el virus. Y su demora deliberada en reaccionar de manera adecuada, por procurar que las cuarentenas no debiliten la economía (su caballito de batalla electoral) allanó el camino a una explosión de contagios.

La apuesta al ideologismo ultraconservador que encarna Jair Bolsonaro acrecentó la vulnerabilidad de Brasil, cuyo presidente se dedicó a sabotear el distanciamiento social al punto de ser advertido por el juez supremo Gilmar Méndez sobre el peligro de incurrir en políticas “de carácter genocida”. En la vereda del autoritarismo derechista hay otros especímenes, como el húngaro Viktor Orban, usando el coronavirus para debilitar la democracia. Lo mismo ocurre en la vereda del izquierdismo, donde expusieron irresponsabilidad, ineptitud y delirio mesiánico una gama que va desde López Obrador a Daniel Ortega.

La contracara de esos ideologismos está en gobiernos como el neozelandés, el sueco, el taiwanés y otros que, amén de las diferencias en sus métodos para controlar la pandemia, tienen como principal exponente a la canciller alemana. Esos gobiernos prueban que, en el siglo XXI, el centro no está situado en el punto intermedio entre izquierda y derecha, sino en las antípodas de la izquierda y la derecha.

Entre los especímenes demagógicos y autoritarios de todos los ideologismos, Merkel volvió a sobresalir como modelo de estadista. Esta vez, también por ser una científica: se graduó en Física en la Universidad de Leipzig y luego profundizó conocimientos de Química Cuántica en la Academia de Ciencias de Berlín.

Sus dos maridos son científicos: el físico Ulrich Merkel (de quién conservó el apellido) y el químico Joachim Sauer. Y además de conducir su país con inteligencia, sensatez, ética y responsabilidad en la tormenta viral, fue capaz de explicarle al mundo con la precisión y la claridad de los buenos científicos algunas cuestiones claves en el escenario de la pandemia.

La ciencia no sólo formateó la inteligencia de Angela Merkel sino también su visión y su ética política. Al fin de cuentas, cuando explicó por qué de joven eligió ser científica, dijo que ni el dictador comunista Erich Honecker podía vencer “las leyes de la naturaleza y las fórmulas matemáticas”.

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