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¿Héroe o forajido?

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CLAUDIO FANTINI
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¿Un forajido global o un Robin Hood de los secretos del poder mundial? ¿Un mercenario internacional o un héroe que revela lo que las potencias quieren ocultar?

Para muchos, Julian Assange es un rebelde de este tiempo. El equivalente actual a lo que representaron el Che Guevara desde la Sierra Maestra y Daniel Cohn-Bendit desde el “Mayo Francés”. Para otros, no es más que un conspirador con delirios de grandeza.

Lo indiscutible es que creó una suerte de ciberanarquismo que sacudió el orbe y causó dolores de cabeza a la dirigencia mundial. Una insurgencia informativa que hizo aportes positivos, pero también provocó estropicios sin utilidad y realizó acciones de turbias intenciones.

La gesta informativa valorable fue revelar crímenes cometidos por los marines en Irak. El estropicio inútil fue volcar un océano de información diplomática que perturbó la relación entre países y desestabilizó gobiernos, sin que fuera necesario. Y entre las acciones turbias está la difusión de lo que hackers al servicio de Rusia robaron de los ordenadores y teléfonos de la dirigencia demócrata y de la propia Hillary Clinton, colaborando con la conspiración para que Trump sea presidente.

La investigación del fiscal Mueller confirmó lo mismo que ya habían asegurado la CIA y el FBI: hubo injerencia rusa en el proceso electoral. Hackers robaron información comprometedora y Rusia la difundió a través de WikiLeaks.

¿Fue un aporte gratuito o fue un servicio remunerado? ¿Por qué esa insurgencia informativa supuestamente izquierdista, colaboró en el sabotaje para favorecer a la derecha dura norteamericana?

Lo que parece claro es que la implacable persecución a la que lo sometió Washington no se debió a sus páginas oscuras sino a su aporte positivo: la revelación de crímenes norteamericanos en Irak. El mayor daño a la imagen de las fuerzas de ocupación desde las fotos de las torturas en la cárcel de Abú Ghraib. En todo caso, lo indiscutible es que al delito lo cometió la exsoldado Chelsea Manning, que fue quien robó la información de los archivos informáticos del Pentágono y la CIA. Castigar con rigor al contestatario que difundió esa información responde al pánico que genera en las cumbres del poder mundial el ciberanarquismo que practica insurgencia informativa.

Las denuncias de abusos sexuales en Suecia que lo llevaron, hace siete años, a refugiarse en la embajada ecuatoriana, fueron desactivadas por la propia justicia sueca. Aunque el cautiverio puede haberlo desequilibrado, su sospecha de que Washington estaba detrás de todos sus percances judiciales no parece descabellada.

De hecho, si Ecuador lo entregó ahora, es porque el paso de Rafael Correa a Lenín Moreno llevó a Ecuador desde la vereda en la que están Rusia y sus aliados, a la vereda de Washington.

Falta ver si para Trump esto no es un problema. Sucede que Assange podría hacer ante la justicia norteamericana revelaciones lapidarias sobre el favor electoral que le hizo al magnate neoyorquino, difundiendo la información que le dio Rusia.

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