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El giro al centro de Pedro Castillo

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CLAUDIO FANTINI
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Pedro Castillo se atrevió a lo que Alberto Fernández no se atreve: rebelarse contra quien le dio la candidatura sin la cual no habría llegado a la presidencia.

Dos meses después de que el partido marxista Perú Libre y su líder, Vladimir Cerrón, le impusieran un primer ministro y el gabinete, el presidente peruano echó al premier y formó un gobierno de perfil moderado y dialoguista.

Como el artículo 133 de la Constitución establece que la renuncia del primer ministro debe ser acompañada por la de todo el Gabinete, el mandatario pudo reemplazar a los ministros más radicales.

Acusando a Castillo de traidor y de entregarse a los poderes fácticos, la fuerza política desplazada repudió este giro centrista a través del primer ministro expulsado, Guido Bellido, y de Valdemar Cerrón, vocero de la bancada oficialista y hermano del fundador y líder de Perú Libre.

El presidente justificó su giro copernicano diciendo que Bellido mantenía posiciones radicales y, en lugar de buscar consensos en el Congreso, dinamitaba los puentes del diálogo con las demás fuerzas políticas.
Quién tiene razón. ¿Castillo estaba obligado a cumplir con las imposiciones de Vladimir Cerrón porque ese dirigente le había dado la candidatura que lo llevó a la presidencia? ¿o Cerrón pretendía que el presidente aceptara ser su títere en virtud de la postulación que él le concedió?

Hay diferencias con el caso argentino. Si bien Cristina Kirchner tiene un elevado techo de desaprobación que en el 2019 necesitaba perforar con un candidato moderado para volver al poder, la líder del kirchnerismo tiene un piso de apoyo alto y su movimiento político es fuerte en todo el país. En cambio Perú Libre es un partido regional que no tenía chance alguna de vencer. Y su fundador y líder, el ex gobernador del Departamento Junín Vladimir Cerrón, no podía postularse debido a las condenas por corrupción que lo inhabilitan.

Pedro Castillo no era una carta ganadora. Había cobrado notoriedad como sindicalista docente cuando encabezó la larga huelga de maestros contra el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski en el 2017, pero eso no le alcanzaba para ganar una elección presidencial.

El candidato de Perú Libre pudo pasar al ballotage debido a la atomización del voto entre más de una decena de partidos. Y ganó la segunda vuelta porque fue mayor el rechazo a la controversial Keiko Fujimori, que el rechazo al partido marxista que lo postuló.

Para ganar el ballotage Castillo puso la economía en manos del centrista Pedro Francke, anunciando que sería su ministro de esa área. También había ratificado a Julio Velarde, el respetadísimo titular del Banco Central que llegó al cargo nombrado por Ollanta Humala para tranquilizar a los mercados ni bien se convirtió en presidente.

Luego de ganar la segunda vuelta, Cerrón le impuso a Bellido como primer ministro, con otras figuras que expresan los ideologismos más radicales de Perú Libre. Pero dos meses después, Castillo cambió de rumbo nombrando primer ministra a Esther Vázquez, del centroizquierdista Frente Amplio y colaboradora del efímero y moderado gobierno que encabezó Francisco Sagasti tras la caída de Martín Vizcarra.

Cerrón intentará retomar el control sobre Castillo votando contra la aprobación parlamentaria al nuevo gobierno. Pero es posible que la bancada de Perú Libre se rompa, porque hay un ala moderada del partido dispuesta a apoyar al presidente en su giro centrista.

Castillo no rompió con Cerrón y con el partido que lo postuló. Lo que hizo fue asumir los atributos del cargo y decidir el rumbo. Si hay ruptura, la producirá Cerrón.

Alberto Fernández pudo dar el mismo paso, apoyándose en los gobernadores e intendentes justicialistas que rechazan el liderazgo de Cristina; no para romper con el kirchnerismo sino para limitar su gravitación sobre este gobierno de coalición peronista. Pero no se atrevió.

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