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La fuerza del llanto

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Claudio Fantini
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Cicerón escribió que "la sola idea de que algo cruel pueda ser útil, es inmoral". No se equivocaba aquel jurista romano. La historia lo prueba. Y lo prueba el escozor que recorrió Estados Unidos y que hizo dar marcha atrás a Trump en la ejecución de una política cruel.

La idea de frenar el ingreso de inmigrantes, criminalizando la búsqueda de escapar del hambre y de la violencia, es una crueldad y, por ende, sólo pudo aplicarla un liderazgo inmoral.

Si volvió sobre sus pasos fue por lo que provocó, en Estados Unidos y el mundo, descubrirlo al escuchar el llanto de esos niños.

Normalmente son imágenes las que revelan la crueldad de una política. La camarógrafa húngara que, con una zancadilla, hizo rodar por el suelo a un padre cuando corría desesperado con su hijo en brazos para ingresar a Hungría, le puso rostro a la política xenófoba del presidente Viktor Orban contra la ola de refugiados iraquíes y sirios que huía del genocidio que perpetraba ISIS.

La imagen de las familias africanas que quedaron a la deriva porque le prohibieron desembarcar en Italia, le puso rostro a las víctimas del racismo que el poderoso ministro del Interior, Matteo Salvini, levanta como bandera desde los tiempos en que pretendía, junto a Umberto Bossi, separar el rico norte italiano, de la "Roma ladri" y los "terrones pobres" del sur.

Esta vez, antes que llegara la imagen, fue un sonido el que denunció la tragedia. Una ONG de periodistas registró el llanto de los niños separados de sus padres y enjaulados en campos de reclusión.

Nadie, ni siquiera la dirigencia republicana que se conmovió y avergonzó, debía sorprenderse. Desde las primarias, Trump muestra abiertamente su desprecio por los inmigrantes provenientes de países a los que llama "agujeros de mierda".

El presidente que equiparó a los manifestantes antirracistas y los miembros del Ku Klux Klan, cuando estallaron los incidentes en Virginia por una estatua del general Lee (comandante del ejército sureño en la Guerra de Secesión), es el mismo que aprobó una idea cruel, por considerar que detendría la inmigración ilegal.

No volvió sobre sus pasos por conmoverse ante el llanto de los niños enjaulados, sino por la presión que recibió hasta de los propios republicanos. Trump sabía lo que estaba ocurriendo y pretendía ocultarlo. Fue esa ONG radicada en Manhattan la que puso sonido al sufrimiento, para que todos lo escucharan. El escozor hizo el resto, derribando una política que, por valerse de la crueldad, Cicerón calificaría de inmoral.

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