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¿Final de un largo reinado?

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Claudio Fantini
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Los israelíes votaron en abril, dejando en las urnas un nudo gordiano. La elección se repitió el martes, pero no pudo desatarlo.

La persistencia del empate entre Benjamín Netanyahu y su principal adversario, Benny Gantz ¿significa que nada ha cambiado entre una elección y la otra?

La respuesta es una paradoja: lo sustancial no ha cambiado, sin embargo hay un cambio sustancial.

Ese cambio es que Netanyahu difícilmente podrá ahora evitar que el general Gantz intente formar gobierno.

En las elecciones de abril, desde la paridad como resultado, el primer ministro intentó formar gobierno, fracasó y entonces convocó a repetir el comicio, sin dar la oportunidad de formar gobierno a su contendiente.

No violó ninguna Ley, pero transgredió una frontera ética. En esta oportunidad, a Netanyahu le será más difícil formar gobierno, y también le será más difícil convocar a una tercera elección.

El camino de la próxima coalición gubernamental pasa por Yisrael Beitenu. Otra paradoja, porque el partido de la derecha secular que se creó a partir de la inmigración desde la extinta Unión Soviética, no mejoró su performance respecto a la elección anterior. Sin embargo, por su ubicación en el arco político, es esa fuerza la que tiene la llave de una coalición sustentable. Ocurre que su enfrentamiento con los partidos religiosos con los que convivió malamente en buena parte de la actual gestión, es lo que le impide a Netanyahu reeditar la coalición.

El líder de Yisrael Beitenu, Avigdor Lieberman, ya no quiere seguir resignando sus banderas laicas, por lo tanto, no le permitirá al primer ministro mantener los mismos socios.

Pero esto no implica que el otro líder más votado, Benny Gantz, pueda formar un gobierno en el que no esté incluido Yisrael Beitenu. El partido centrista Kajol Lavan (Azul y Blanco), del general Gantz, no lograría acumular las bancas necesarias con la centroizquierda y con los partidos árabes que lograron una lista de unidad. De tal modo, es Avigdor Lieberman quien tiene la fórmula de un nuevo gobierno. Y los componentes de esa fórmula podrían no incluir la continuidad de Netanyahu en el cargo de primer ministro.

Sucede que, si no es posible la reedición de un gobierno derechista puro porque la derecha laica ya no quiere ser socia de la derecha religiosa, y tampoco es posible la conformación de un gobierno de centroizquierda, la posibilidad que queda es lo que los alemanes Alemania llaman “gran coalición”: un gobierno en el que convivan los dos principales antagonistas del escenario político.

En el Israel anterior a “la era Netanyahu”, gran coalición significaba un gobierno de unidad entre el Partido Laborista y el Likud, como el pactado en el 2004 por Ariel Sharon y Shimon Peres. Pero aquel cogobierno Likud-Laborista fue posible porque Sharon había dado un giro copernicano en relación a los asentamientos en Gaza y a la cuestión palestina.

Ahora, con el laborismo y el izquierdista Meretz en los umbrales de la irrelevancia, gobierno de unidad nacional significa coalición entre el partido centrista de Gantz y el derechista Likud. Como a la llave la tiene Avigdor Lieberman, Yisrael Beitenu podría ser parte de ese gobierno. Y como Benny Gantz habría obtenido más votos, él sería el próximo primer ministro. Por lo tanto, estaría llegando el fin de “la era Netanyahu”.

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