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Las fichas de Putin en el G-7

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Claudio Fantini
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Trump volvió a dejar a la vista su funcionalidad a los designios de Vladimir Putin. 

Cuestiona y debilita a la OTAN, aísla a Estados Unidos sacándolo de acuerdos trascendentes como el de París sobre cambio climático, abortando la proyección comercial norteamericana hacia el área de influencia china en el Pacífico, destrozando el Nafta y declarando la guerra comercial a los aliados tradicionales de Washington.

Esa última acción dominó la cumbre del G-7 en Canadá, de la que Trump se retiró antes del final para eludir las críticas que se disponían a hacerle Trudeau y Macron. Pero antes de dar el portazo, tuvo otro de esos gestos que lo muestran como una ficha del jefe del Kremlin en el tablero geopolítico: reclamó que Rusia vuelva a sentarse en esa mesa de grandes potencias, de la que fue expulsada por la anexión de Crimea.

El Grupo de los 7 fue impulsado por el canciller alemán Helmut Schmidt y el presidente francés Giscard DEstaing durante la crisis mundial de comienzos de la década del 70. Y Estados Unidos siempre valoró la importancia del grupo que nació con cinco miembros, sumando luego a Italia y Canadá.

Tras la desaparición de la Unión Soviética, el G-7 pasó a ser G-8 por la incorporación de Rusia. Pero la suspendieron por apropiarse de la Península del Mar Negro y armar a los separatistas del Este de Ucrania. Volver a esa mesa de potencias sin haber hecho concesiones sobre la cuestión ucraniana, es un objetivo prioritario de Putin. A favor de ese objetivo actuó Trump, al pedir que el G-7 reincorpore a Rusia, volviendo a ser el G-8.

Al aporte del presidente norteamericano, se sumó el nuevo gobierno de Italia, que debutó en el G-7 reclamando que se levanten todas las sanciones que rigen sobre Rusia. Y no fue una sorpresa para nadie. La coalición entre la extrema derecha y el antisistema ha dejado ver desde el comienzo su decisión de convertir a Moscú en aliado estratégico de Roma.

En la primera propuesta de gobierno que la Liga y el Movimiento 5 Estrellas elevaron al presidente Mattarella, proponían como ministro de Economía a Paolo Savona, un partidario de romper con Bruselas, abandonar el euro y desenterrar la lira.

El poderoso ministro del Interior Matteo Salvini lleva años proclamando su admiración por Putin, además de apoyar el Brexit y resaltar la afinidad de su partido con el Frente Nacional francés, adherente también al líder ruso.

Meses atrás, mientras repetía como eslogan de campaña que "Italia debe dejar de ser una colonia alemana", Salvini agregó a su lista de ídolos a Donald Trump. Y en esta cumbre del G-7 en Canadá, ambos hicieron su aporte al mentor y referente que tienen en el Kremlin.

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