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Estropicios albertianos

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CLAUDIO FANTINI
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El recurrente problema de que termine mal lo que es fácil hacer bien ya empieza a ser un rasgo del gobierno argentino.

El velatorio de un difunto en el lugar equivocado y la invención alucinada que hizo el canciller sobre un diálogo entre su jefe y el presidente electo de Estados Unidos perjudicando ese primer contacto y también las gestiones con el FMI, son las últimas muestras de la disfuncionalidad que convierte al gobierno en escenario de una comedia de enredos.

Alberto Fernández trataba de mostrarse en pié tras el porrazo que se dio por cargarse al hombro el féretro de Maradona para sopar del afecto popular al ídolo fallecido, cuando chocó torpemente con Felipe Solá que andaba boleado y no sólo por negligencias propias.

Si alguien tiene que estar al tanto de una cumbre entre el presidente y Joe Biden, es el canciller. Pero Solá creía que el encuentro era en Olivos y marchó hacia allá, en lugar de ir a la Casa Rosada. ¿Fue por desorientado que le ocurrió eso? Probablemente, alguna voz en el teléfono suyo o de algún colaborador lo mandó para otro lado. Al fin de cuentas, el presidente y su círculo íntimo lleva meses aislándolo y puenteándolo en lo concerniente a la política exterior. Es posible que lo hayan inducido al error para dejarlo en ridículo y hacerle sentir, de manera cruel, su soledad en el gobierno.

También es posible que una voz en el teléfono le haya dado la versión errónea y contraproducente que Solá relató durante una entrevista por radio. En ningún caso el canciller es del todo víctima inocente. Al responder al periodista que lo entrevistó, habló como si hubiera estado presente en el encuentro en el que no había estado. Y agregó una descripción de lo que hablaron Fernández y Biden que impactó negativamente en las de por sí complejísimas gestiones que el ministro Martín Guzmán lleva con el FMI.

No hace falta ser un experto en política exterior y en negociación internacional para darse cuenta que su respuesta sólo podía crear problemas. Y Solá no es experto en política exterior ni el mejor para presidir el ministerio que preside. Entre otros, el ex embajador en Washington y Beijing Diego Guelar está más capacitado y el también ex embajador José Bordón pueden cumplir mejor ese rol. Incluso Daniel Scioli puede hacerlo con mas eficacia, como lo demostró al organizar el encuentro entre Fernández y Bolsonaro.

Pero Solá no es un inepto todo terreno. Hubiera sido un buen ministro en áreas que la vicepresidenta copó para el kirchnerismo. Lo que muestra el estropicio cometido por el canciller en la relación con Washington es la disfuncionalidad del gobierno. Y esa disfuncionalidad es consecuencia de la distribución del poder entre el peronismo que representa el presidente y el kirchnerismo de la vicepresidenta

Por ser de centroderecha o, en todo caso de centro, Solá está obligado a asumir posiciones que no comparte y escenificar actitudes que no lo describen, pero son parte del esfuerzo que Fernández está haciendo todo el tiempo para agradar a Cristina Kirchner y para no escandalizar a su militancia.

La descripción inventada, o comprada erróneamente por el canciller, sobre la cumbre con Biden, fue otra consecuencia del carácter bifronte de un gobierno auto-condenado a la disfuncionalidad.

Estas escenas de comedia merodearon el escenario de la tragedia al morir Maradona. Por querer sacar rédito político de un féretro, el presidente y la vicepresidenta terminaron dándole a un funeral el final desopilante y patético que tuvo el desenlace de “Esperando la carroza”, la memorable incursión de Alejandro Doria en el cine del absurdo.

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