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La electrizante crónica de un naufragio anunciado

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claudio fantini
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Argentina quedó en medio de dos duelistas. A los enfrentamientos cuyos daños colaterales pueden ser devastadores, normalmente los ganan quienes están dispuestos a todo.

Aquel que prioriza minimizar las víctimas inocentes de la contienda, es el que cede ante el duelista capaz de gatillar una ametralladora dentro de un ascensor colmado de gente.

¿Quién bajará el arma para evitar estropicios irreparables? Cristina Kirchner le avisó hoy al presidente que está dispuesta a detonar el gobierno desde adentro. La amenaza de implosión le llegó a Alberto Fernández con las cartas de renuncia que le enviaron los miembros cristinistas de la administración. Esas renuncias lo dejaron frente a una disyuntiva oscura: ejercer plenamente el cargo de presidente, o terminar de convertirse en “jefe de Gabinete” de la vicepresidenta.

La tensión escaló a partir del escrutinio que mostró la dimensión de la derrota oficialista en las PASO. Cristina puso toda la culpa del fracaso electoral en Alberto, sobre todo por lo que el kirchnerismo considera una exasperante “moderación”. A renglón seguido, retomó la ofensiva iniciada hace meses para sacar del gobierno al jefe de Gabinete Santiago Cafiero y a los ministros del área económica Martín Guzmán y Matías Kulfas.

El presidente resistió, anunciando el lunes que no habría cambios en su gabinete. La presión de Cristina creció, pero Alberto siguió defendiendo sus pocos “ministros propios”. Y ayer a la mañana redobló la apuesta al dar una conferencia acompañado de Guzmán, a quien dio la palabra para que exponga sobre los planes del gobierno.

La respuesta de Cristina fue mostrarle el control remoto de la bomba con que detonará el gobierno desde adentro, si no le entrega las cabezas que reclama. Lo que falta ver es si el presidente sale de su posición con las manos en alto, o decide presentar batalla. Si decidiera lo segundo, podría lanzar una dura contraofensiva aceptándole la renuncia a todos los funcionarios cristinistas que se la presentaron y colocando en sus lugares personas que le respondan. Pero eso implicaría apretar el gatillo dentro del ascensor abarrotado.

Mientras se multiplican los contactos para pactar una tregua que evite el cataclismo, siguen sucediéndose escenas de alto dramatismo político. Parecen imágenes de un naufragio anunciado desde que, en el 2019, ganó una fórmula con aspecto de caballo de Troya.

Para Cristina y la dirigencia K, la pérdida de cinco millones de votos que sentenció la derrota del domingo es consecuencia de la política moderada de Alberto y sus ministros del área económica. Para el presidente y los pocos funcionarios propios, los votos que se perdieron son los que se habían sumado en el 2019 a los de Cristina por haber puesto un candidato que prometía moderación y diálogo, en lugar de ideologismos y confrontación.

En rigor, la radicalización de Cristina parece tan falaz como su declamada admiración por Joseph Stiglitz, el economista neokeynesiano que tiene entre sus discípulos a Martín Guzmán y cuyo pensamiento es heterodoxo, pero no adhiere al populismo irresponsable ni al izquierdismo dogmático.

La diferencia fundamental entre los duelistas en pugna, es que Alberto se conforma con menos en la elección de noviembre con tal de no complicar los dos años que le quedan a su gobierno, mientras que para Cristina la prioridad es ganar a cualquier precio (incluida una sobredosis de emisión monetaria) la mayoría de bancas que necesita en el Congreso, para poder imponer políticas judiciales que desactiven las causas que la pueden sentar en el banquillo de los acusados.

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