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Desquicios argentinos

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CLAUDIO FANTINI
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Al plantear que la Corte Suprema dio un golpe de Estado con el fallo que favorece a Rodríguez Larreta en su disputa con Alberto Fernández, la vicepresidenta argentina se aproximó peligrosamente al delito contra la democracia que le endilga al Poder Judicial.

Criticar duramente a la Corte cuando falla en contra del gobierno no es privativo del kirchnerismo. Germán Garavano, ministro de Justicia de Mauricio Macri, la había acusado de “opositora”. Pero Cristina Kirchner fue demasiado lejos al calificar como “golpe” un fallo que se puede discutir y cuestionar, pero no calificar de delito.

Lo que está ocurriendo en El Salvador permite ver que es la vicepresidenta, y no los jueces supremos a los que ataca, quien merodea el golpismo en su versión actualizada: el auto-golpe, acción que comete el poder del Estado que anula la división de poderes.

Primero, el presidente salvadoreño acusó a la Corte Suprema de bloquear sus medidas contra la pandemia y, a renglón seguido, la decapitó removiendo los jueces de la Sala Constitucional. La guillotina que usó Nayib Bukele fue la mayoría oficialista en el Congreso, dejando de lado procedimientos adecuados y justificaciones válidas para la aplicación del artículo 186 de la Constitución.

En síntesis, el presidente dio un golpe contra el Poder Judicial en El Salvador, lo que fue apoyado por Eduardo Bolsonaro, hijo del mandatario brasileño que de buena gana haría lo mismo contra el Congreso de su país si los militares aceptaran acompañarlo en esa deriva autoritaria.

El presidente salvadoreño es un derechista que comete excesos represivos y construye poder autocrático situando su liderazgo por encima de las leyes y las instituciones.

Cristina Kirchner estaría tentada con seguir el camino de Bukele, pero no por el fallo de la Corte a favor del jefe de Gobierno porteño en su pulseada con el presidente, sino porque los jueces supremos no parecen dispuestos a presionar sobre cámaras y magistrados que llevan procesos de corrupción, para que cierren todas las causas contra la vicepresidenta.

El máximo tribunal se pronunció sobre una cuestión jurisdiccional y no sobre la presencialidad o no de la enseñanza en esta etapa de la pandemia, respecto a lo cual, entendiendo que la posición del gobierno nacional no es descabellada, dejó una puerta abierta a la posibilidad de replantear el fallido Decreto de Necesidad y Urgencia.

Después de despotricar contra el fallo, Alberto Fernández puso su equipo a trabajar para aprovechar esa puerta abierta haciendo bien lo que habían hecho mal. Pero la vicepresidenta quizá prefiera profundizar el enfrentamiento con la Corte Suprema hasta doblegarla.

Por eso no dio marcha atrás con su acusación, aunque esté siendo el espejo del autoritario Nayib Bukele.

En materia de división de poderes, igual que en materia de lawfare, Cristina toma los ejemplos que les sirven y obvia los que no le sirven. Lo mismo hizo con el histórico primer discurso presidencial de Joe Biden en el Capitolio.
El presidente demócrata es el primero que intenta revertir la tendencia económica que impera desde Ronald Reagan, levantando la bandera del Estado de Bienestar como no lo habían hecho Clinton y Obama.

Dar protagonismo al Estado y empoderar económicamente a las clases medias como hizo Franklin Roosevelt con instrumentos keynesianos y la New Deal; emular en materia de salud pública a Lindon Johnson cuando creó Medicare, y revertir en progresivas las políticas impositivas regresivas que impuso Trump, podría tener resultados muy positivos. Pero eso no implica que Biden esté actuando como propone el kirchnerismo.

Igual que las otras democracias desarrolladas, Estados Unidos no tiene problemas para tentar inversiones privadas. En cambio, Argentina lleva décadas espantándolas y asfixiando a las clases medias y a las empresas pequeñas y medianas con políticas impositivas sofocantes.

Ni en el Despacho Oval está “Juan Domingo Biden”, como dijo el presidente argentino, ni en la Casa Rosada está “Franklin Delano Fernández”.

Lo más revelador de las referencias de los gobernantes argentinos al discurso del presidente norteamericano, es lo que pasaron por alto: Biden reiteró que la dicotomía en el mundo actual no es derecha o izquierda, sino democracia o autocracia.

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