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Derrapes y espejismos

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CLAUDIO FANTINI
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Llegó al final de su campaña dándose baños de masas como los que no se había dado nunca. Eufórico, Macri alzó la voz y los brazos ante mareas humanas que jamás había visto.

No reunía multitudes cuando era un aspirante a la presidencia que despertaba grandes expectativas, pero las reúne ahora, tras cuatro años defraudando a los que creyeron en su “lluvia de inversiones”, sus “segundos semestres”, sus “brotes verdes” y sus otros tantos anuncios que terminaron en récords de inflación, de pobreza y de estancamiento.

¿Por qué tiene en su momento de mayor debilidad la convocatoria que no tenía cuando generaba esperanzas y tenía la confianza de la clase media? Porque a esas multitudes no las moviliza el amor a Macri, sino el pavor a Cristina Kirchner y a La Cámpora.

Que una dirigencia sectaria y demagógica pueda volver al escenario que monopolizó durante una década, llevó mucha gente a los actos de Macri, a pesar de los errores y fracasos que acumuló su gobierno.

La dimensión de esas multitudes chocó con el vaticinio unánime de las encuestas: la fórmula peronista obtendrá la victoria en primera vuelta.

¿Es posible que haya una sorpresa en las urnas argentinas? ¿o es imposible que Macri pueda conseguir un pasaje al ballotage?

Por cierto, aún con el pánico que media Argentina tiene a volver a tiempos de inquisiciones ideológicas, corrupción desmedida y culto personalista, parece improbable que un presidente pueda ser reelecto a pesar de una economía en estado calamitoso. Pero en Argentina jamás hay que descartar nada.

Además, en la recta final hacia las urnas, Alberto Fernández tuvo un par de despistes cuyas consecuencias están por verse.

El acierto de Cristina al cederle la candidatura presidencial, fue comprender lo que implica como techo el nivel de rechazo que tiene. Para perforar ese techo, necesitaba unir al peronismo y exhibir una figura que no esté relacionada a sus años de gobierno más erráticos y autoritarios.

Alberto Fernández era una figura adecuada para ese fin, precisamente porque había roto con ella en la mitad de su primer mandato, asumiendo el rol de cuestionador durísimo hasta hace sólo un puñado de meses.

Alberto derribó los límites de apoyo que cercaban a Cristina, precisamente por sus diferencias con ella.

Teniendo eso en claro, el candidato presidencial del Frente de Todos no abjuraba de sus antiguas criticas y emitía señales en sentido contrario al dogmático sendero ideológico por el que transita el kirchnerismo.

La candidatura de Alberto Fernández implicaba postular un peronismo que incluye al kirchnerismo, pero que no es kirchnerista. Con esa carta en la mano, con propuestas moderadas y convocando a cerrar “la grieta”, el ex jefe de Gabinete logró un triunfo abrumador en las PASO.

Pero en las últimas semanas dejó a la vista cierta violencia oscura que parece incubar en su interior. Y marchando a contramano de lo que venía intentando demostrar, dijo “Cristina y yo somos lo mismo”.

Si llegó hasta el umbral de una victoria histórica, fue precisamente por demostrar, o por simular, precisamente lo contrario a lo que implica esa simbiosis. Lo que sumó fue mostrarse como algo diferente a Cristina, por eso habrá que ver si su derrape le resta. Y cuánto.

¿Alcanzará para que los actos multitudinarios de Macri no sean sólo un espejismo producido por el miedo de muchos millones de argentinos?

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