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El derecho que causa masacres

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Claudio Fantini
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La cuestión no es el derecho a poseer armas; la cuestión es si debe seguir existiendo el derecho a poseer arsenales con armas de guerra. En muchas sociedades, el ciudadano puede tener un arma.

Pero una cosa es tener una escopeta, un rifle o una pistola, y otra muy distinta es tener un fusil de repetición.

La ráfaga que despide un arma de asalto o una ametralladora, puede matar a decenas de personas con una gatillada. Este es el debate que los lobbies defensores de las armas, como la Asociación Nacional del Rifle (ANC), siempre logran obstruir.

Igual que los sectores más conservadores de los grandes partidos, particularmente fuertes en el Republicano, después de cada masacre maniobran para que el debate sea "armas sí o armas no", cuando la verdadera cuestión es el patológico derecho ciudadano a poseer arsenales, y su consecuencia inexorable: una sociedad plagada de armas de guerra. La ANC y los demás defensores de las armas plantean, ante el caso de la escuela de Florida, que el problema no fue el arma sino la violación de la Ley. Esto es: si los menores no pueden comprar un fusil como el Colt AR-15, el joven que masacró alumnos y maestros en Florida consiguió el suyo comprándolo en la calle o robándolo, ergo violando la Ley.

Pues bien, Stephen Paddock, el hombre que aniquiló a más de medio centenar de personas en Las Vegas, no era un menor. Tampoco el autor de la masacre de 2016 en una disco de Orlando. En rigor, la inmensa mayoría de los autores de masacres no fueron menores ni robaron las armas que usaron para exterminar. Y en todos los casos fueron armas de repetición. La más usada es el AR-15, versión policial y civil del M-16, el equivalente norteamericano del AK-47, y mucho más poderoso que el célebre fusil ruso. El M-16 es el arma que usan los marines en las guerras, y su versión policial es la que se usa en las recurrentes masacres civiles.

Este nuevo episodio de una vieja patología debiera superar de una vez por todas las estratagemas que siempre se usan para desviar el debate, que debiera centrarse, no en el derecho a tener un arma, sino en el insólito derecho a poseer arsenales que incluyen armas de guerra.

En el discurso del Estado de la Unión, Trump ocupó el capítulo de las muertes violentas dedicando largos minutos a las "maras", sin decir ni una palabra sobre el fenómeno criminal típicamente norteamericano que ha causado más víctimas: las masacres causadas por lunáticos con fusiles de repetición. Y eso que, un puñado de semanas antes, un psicópata había usado su arsenal personal en una habitación de hotel, para regar de sangre Las Vegas.

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