Publicidad

El derechazo que noqueó a Iglesias

Compartir esta noticia
SEGUIR
CLAUDIO FANTINI
Introduzca el texto aquí

Igual que Yanis Varoufakis, el impulsor de la izquierda anti-sistema en España terminó empujado bruscamente fuera del escenario político.

Pero a diferencia del economista griego que quiso patear el tablero del euro, empujado por su propio camarada en el liderazgo del partido Syriza, Alexis Tsipras, a Pablo Iglesias lo empujó bruscamente el electorado de Madrid, donde cayó en picada después de elecciones nacionales y regionales en las que había comenzado su descenso.

Otra diferencia con Varoufakis es que Iglesias defendía regímenes esperpénticos como el que padece Venezuela. Esa fue, probablemente, la mancha que terminó oscureciendo su fulgurante pero efímero paso por la política española.

En rigor, sus propuestas eran menos radicales de lo que le reprochaban desde la centroderecha y la derecha dura. Más bien fue la sospecha de un vínculo turbio con una dictadura calamitosa lo que facilitó presentarlo como exponente de un izquierdismo extremo y totalitario.

Hasta aquí, Pablo Iglesias había huido hacia arriba de las caídas de su partido en las urnas. Del brusco desenso que dejó a Unidas Podemos por detrás de la extrema derecha en la última elección general, Iglesia escapó aliándose con el PSOE. Con una pirueta magistral, esa derrota lo convirtió en vicepresidente. Pero tomó demasiado riesgo en las urnas de Madrid y el fracaso no dejó espacio para otra fuga hacia adelante.

La mejor lección de este profesor universitario, fue su reacción inmediata ante el resultado. En lugar de mascullar coartadas y gambetear responsabilidades, como hacen normalmente los políticos derrotados, se presentó como la causa del fracaso diciendo que “cuando uno no es útil tiene que saber retirarse”, y dejó todos sus cargos políticos.

No fue el único derrotado, sino el que actuó como ningún derrotado lo hace. Las urnas madrileñas también asestaron una inmensa derrota al PSOE y dejaron al borde de la extinción a Ciudadanos, mientras que Vox apenas si salió hecho.

La única fuerza política que tuvo razones de festejo, además del Partido Popular, fue Más Madrid, el partido de la centroizquierda ecologista que surgió en las entrañas de Podemos, se escindió y creció en la capital española con el liderazgo de Iñigo Errejón y de su muy buena candidata: la médica Mónica García.

Pero nada se compara con la dimensión oceánica del triunfo de Isabel Díaz Ayuso. Una buena noticia porque el tamaño de la victoria permite al PP formar gobierno sin hacer alianza con la extrema derecha que representa Vox; aunque no resulte alentador, al menos para los españoles centristas que rechazan las radicalizaciones en la izquierda y la derecha.

En el escenario de la pandemia, Díaz Ayuso merodeó la demagogia “libertista” y el “negacionismo trumpista” que sabotean el distanciamiento social. El aluvión de votos parece un premio exagerado al logro de haber mantenido o incluso acrecentado la tasa de empleo, mientras caía en el resto de España por las medidas para contener la crisis sanitaria.

Tampoco es alentador que la misma elección que deja en estado de coma al centrista Ciudadanos, premie al PP en medio del caso Gürtel y de las revelaciones del ex tesorero Bárcenas salpicando manchas de corrupción a Mariano Rajoy y otras altas figuras del partido de los conservadores.

Una pregunta es si este triunfo de magnitud inesperada da oxígeno al atribulado Pablo Casado, o lo pone a marchitarse a la sombra de la agigantada Díaz Ayuso.

La otra pregunta es si el batacazo del PP en Madrid es representativo de lo que ocurre en el resto del país. En principio, las encuestas parecen estar diciendo que Pedro Sánchez todavía no tiene razones para desesperarse, aunque el “urnazo” que recibió en Madrid le dejó un ojo en compota.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Claudio Fantinipremium

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad