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Crímenes “ferpectos”

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CLAUDIO FANTINI
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Existen crímenes perfectos, o con altos grados de perfección, y existen otros a los que Alex de la Iglesia llama crímenes “ferpectos”. La ocurrencia del talentoso cineasta español sirve para señalar aquellos crímenes cuya autoría resulta burdamente obvia.

Es el caso del brutal asesinato del disidente Jamal Khashoggi en una sede diplomática saudí. Y también de la insólita elección de Catar como sede del próximo mundial de fútbol.

En el mismo puñado de días, ambos delitos obvios estuvieron en los diarios del mundo. El crimen de Khashoggi por el informe de Naciones Unidas que advierte sobre la existencia de pruebas contundentes de la responsabilidad del príncipe Mohamed Bin Salman y otros altos funcionarios saudíes en el asesinato y descuartizamiento del periodista disidente. Y la increíble designación de Catar como sede mundialista, por la detención que se impuso durante largas horas a Michel Platini, como sospechoso de haber recibido, junto a otros altos dirigentes de la FIFA, suculentos sobornos del riquísimo emirato.

La certeza con que Washington acusó a Irán de haber atacado, días atrás, dos buques cisterna en el Golfo de Omán, contrasta de manera absurda con su silencio respecto a la responsabilidad del hombre fuerte saudí en el crimen perpetrado adentro del consulado del reino árabe en Estambul. A simple vista, son varias las hipótesis para explicar los misteriosos ataques a los barcos que habían atravesado el Estrecho de Ormuz. En cambio, ni siquiera hace falta escuchar las siete horas de grabaciones que posee el servicio de inteligencia turco para tener certeza de la responsabilidad de la cúpula saudita en la muerte de Khashoggi. Sencillamente, si un grupo de agentes viajó a Turquía, donde mataron a un disidente y destrozaron su cadáver en el interior de una sede diplomática, es porque eso les habían ordenado desde la cumbre del poder. Y en esa cumbre sólo están el príncipe Mohamed y su padre, el eclipsado rey Salman.

Sobre la designación de Catar, resulta obvio que se trata de lo que John Carlin calificó como la decisión más “manifiestamente corrupta que se haya tomado en la historia del deporte”. No hacía falta que Platini sea detenido por más de doce horas para vislumbrar lo que está a la vista. Sucede que, con una media de 50 grados en junio, el mes en que se realiza el máximo torneo del fútbol internacional, resulta imposible pensar que el emirato haya podido superar a los otros aspirantes a sede del mundial 2022; nada menos que Inglaterra, Estados Unidos, España, Australia y Portugal.

Se puede tener certeza de que Irán es una teocracia oscurantista, con el estado infectado de fanáticos partidarios del terrorismo, pero no se puede tener la espontánea certeza de que sus “pasdarán” hayan sido los que atacaron a los buques que acababan de salir del Golfo Pérsico. Lo contrario ocurre con el crimen en el consulado. Se lo acaba de recordar al mundo (y particularmente a las potencias que siguen como si nada su relación con el príncipe saudí) el informe de ONU que reclama investigar al hombre fuerte del reino, responsable de un crimen tan “ferpecto” como la designación de Catar como sede del próximo mundial.

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