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Crimen y misterio

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CLAUDIO FANTINI
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En Argentina nadie se equivoca cuando denuncia la desmesura y la exacerbación del otro, pero ninguno es capaz de ver sus propias desmesuras y exacerbaciones.

Alberto Fernández tienen parte de razón al acusar de “canallesco” el documento opositor que relaciona el crimen que sacude al país con las causas por corrupción que se siguen contra Cristina Kirchner. El problema del presidente y de los dirigentes y usinas kirchneristas que se sumaron a la descalificación del documento de Juntos por el Cambio, es que Patricia Bullrich también tiene razón al señalar que ellos acusaron al gobierno de Macri de la desaparición de Santiago Maldonado.

Aquella campaña sí fue canallesca, porque la forma de vincular el caso Maldonado con el gobierno nacional era claramente descabellada.

Hoy acusan de “odiar”, hablar de “infectadura” y querer derrocar al gobierno peronista-kirchnerista los que ayer gritaban “Macri, basura, sos la dictadura” y levantaban como bandera el helicóptero en el que había salido de la Casa Rosada Fernando de la Rúa. Pero es cierto que, tratándose de un hecho tan grave, el documento de la coalición opositora fue prematuro. En todo caso, si algo evidenció ese pronunciamiento, es la división en la cúpula de la oposición.

Muestran mayor equilibrio y una indispensable vocación de diálogo los que están gobernando (Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli, Gerardo Morales y Jorge Macri, entre otros), además de dirigentes que no gobiernan, pero han actuado siempre con mesura, responsabilidad y actitud dialoguista, como María Eugenia Vidal, Emilio Monzó, Rogelio Frigerio y Mario Negri, entre otros, mientras muestran más exacerbación quienes no gobiernan: Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Alfredo Cornejo entre otros.

Tienen razón los moderados de la oposición al sostener que las dirigencias políticas no tienen que “opinar sobre los hechos ni bien suceden”, tomando distancia del documento que vincula el crimen con Cristina Kirchner. Pero no tienen razón Alberto Fernández y los cristinistas que consideran descabellado y miserable ese pronunciamiento.

Es irresponsable, pero no puede ser descabellado ni miserable alertar sobre el peligro de que el crimen sea manipulado para que jamás se esclarezca, como suele ocurrir con los crímenes vinculados al poder y la corrupción.

¿Cómo va a ser descabellado si la víctima fue secretario de Néstor Kirchner y después de Cristina desde que comenzaron a amasar poder y fortuna en el gobierno de Santa Cruz? Apurado sí, pero ¿qué tiene de descabellado, si Fabián Gutiérrez también habría amasado una fortuna desde los roles que le asignó el matrimonio Kirchner? ¿Qué tiene de descabellado vincular un asesinato con la causa judicial a la que estaba vinculada la víctima como imputado y como “arrepentido” para aportar información sobre la trama de corrupción investigada? ¿Por qué, si la fiscal que investiga su muerte es sobrina de la principal imputada en esa inmensa trama de corrupción?

Haber descartado de inmediato toda vinculación política con el crimen del ex secretario de Cristina, es tan irresponsable como haber insinuado de inmediato una vinculación con la expresidenta. En los asesinatos por motivos pasionales normalmente el autor es uno, mientras que en este caso habrían sido varios. En los crímenes motivados por el robo, los asesinos normalmente son marginales, mientras que los presuntos asesinos de Gutiérrez pertenecen a familias acomodadas y con influencia. No lo mataron para sacarle algunos miles o decenas de miles de dólares, sino una suma posiblemente descomunal. Al menos eso parece sugerir el hecho de que haya sido brutalmente torturado.

Es descabellado que alguien sea torturado para obtener de él una suma que no sea inusualmente grande. Más aún si quienes lo torturaron son gente de dinero. No hay delirio alguno en imaginar que la víctima podía conducir a la obtención de arcas repletas, de cuyos escondites sus verdugos consideraban que poseía información.

Ni a Chesterton, Agatha Christie o Conan Doyle le habría servido una trama similar, por parecer demasiado obvia. En todo caso, esos brillantes exponentes británicos de la novela detectivesca, hubieran usado un caso con semejantes características sólo si se les hubiera ocurrido una motivación del crimen como las que, de inmediato, el kirchnerismo consideró posibilidades lógicas.

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