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Colombia y la lente ideológica

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CLAUDIO FANTINI
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Las visiones ideológicas distorsionan la realidad. Enfocan sólo un aspecto y absolutizan la gravitación que tiene en el acontecimiento que describen.

Las estratagemas ideológicas son la regla en Cuba, donde el castrismo culpa al “imperialismo” y al “bloqueo” de todos los males padecidos por los cubanos, ocultando nada menos la causa principal: la dictadura y su modelo económico ruinoso.

El mismo argumento retumba en Venezuela, ocultando como causante del desastre económico y social al calamitoso régimen chavista.

Recurriendo a otros demonios, pero básicamente al mismo esquema argumental, ahora lo está haciendo el uribismo con la ola de protestas en Colombia.

La gravitación sobre el gobierno que tiene Alvaro Uribe por haber llevado a Iván Duque a la presidencia, se percibe en su influencia sobre la cúpula militar y en la respuesta represiva a las protestas.

Según Uribe, lo que ocurre en Colombia fue causado por el Ejército de Liberación Nacional (ELN), las disidencias de las FARC y el narcotráfico, con Maduro como propiciador externo. Es posible que esos elementos estén presentes, pero en modo alguno explican lo que está ocurriendo.

La causa de las masivas protestas fueron los ajustes en plena pandemia, a contramano del mundo. Hasta un ortodoxo como Paulo Guedes inyectó dinero en la sociedad brasileña para atenuar la recesión causada por la pandemia. En cambio Duque priorizó tanto la sostenibilidad de la deuda, que desató una gravísima crisis social. A eso le sumó represión y militarización de ciudades, poniendo en evidencia la gravitación de Uribe.

A su vez, Uribe evidenció, a través de Twitter, la influencia de un ideólogo ultraconservador chileno. Usó conceptos que Alexis López Tapia utiliza para justificar la militarización de la sociedad, argumentando que todas las protestas contra políticas que afectan a las clases medias y bajas, son generadas por “enemigos” que quieren instaurar “el comunismo”.

Uno de los conceptos que delató esa influencia es “revolución molecular disipada”, tomado y deformado del libro “Revolución Molecurar”, donde el filosofo y psicoanalista francés Felix Guatteri, reflexiona sobre la potencialidad transformadora de grupos sociales pequeños y minorías marginadas.

Como todos los que siguen al entomólogo chileno que se dedicó a lucubrar argumentaciones ideológicas, incluido el gobierno de Sebastián Piñera, el expresidente colombiano busca instaurar el “estado de excepción” para imponer su visión económica, llamando “comunista” y “castro-chavista” a quienes la resistan.

Por Uribe, el gobierno de Duque cometió el mismo error que había cometido Piñera frente a las protestas que estallaron en el 2019 en Chile. El resultado de la represión fue el mismo: gobiernos debilitados y la paz social incendiada por los que apagan el fuego con nafta.

Según la lente ideológica ultraderechista, el estallido en Chile no fue la consecuencia de un nivel peligroso de desigualdad, sino de un plan lucubrado en Cuba, organizado en Caracas y financiado por narcos. Del mismo modo se orquestó, según esta interpretación conspirativa usada por el uribismo, la protesta en Colombia. El problema no fue la política de Duque favoreciendo a los bancos mientras las clases medias y bajas se hundían en la recesión que produjo la pandemia, sino las FARC, el ELN, el narcotráfico y Maduro.

Se vio caer la gota que rebasó el vaso: una reforma tributaria que, si bien incrementaba los impuestos a los ingresos altos, también aumentaba la carga impositiva en los ingresos medios, además de impactar sobre las clases media y baja al subir gravámenes en bienes y servicios básicos.

Está a la vista que la dimensión de la protesta colombiana es oceánica, pero la lente ideológica sólo enfoca a los grupos violentos como si no fueran ínfimos en las manifestaciones. El objetivo de esa deformación de la realidad visible es denunciar una conspiración “castro-chavista” apuntada a “instalar el comunismo” en Colombia.

En América Latina, en izquierdas y derechas hay quienes siguen las recetas que van desde el jurista alemán Karl Schmitt hasta sus recicladores actuales, buscando reemplazar el Estado de Derecho por el Estado de Excepción, como lo advierte el pensador italiano Giorgio Agamben en lúcidas y cruciales páginas de su obra.

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