Bolivia ha ingresado a la lista de países en los que un líder fuerte que no puede postularse, unge a otro dirigente como su candidato y éste logra ganar la presidencia.

El líder es Evo Morales y su candidato fue Luis Arce. ¿Cómo será la relación entre ambos en el nuevo gobierno?

En la lista hay casos con diferentes resultados. El más problemático es el ecuatoriano. Lenin Moreno llegó a la presidencia porque Rafael Correa lo eligió como su candidato. El entonces presidente lo necesitaba en la cabeza de la lista por la misma razón que lo llevó como vicepresidente en las listas que él había encabezado: el carácter afable, la imagen moderada y la vocación dialoguista de Moreno.

El carácter volcánico de Correa y su intolerancia con críticos y opositores habían hundido Ecuador en frenéticas confrontaciones. Por eso le daba competitividad el manso y componedor Lenin Moreno. Pero cuando llegó a la presidencia quiso sacarse de encima a su mentor, quien pretendía ser poder detrás del trono, convirtiendo su gestión en un traumático divorcio.
Lo mismo ocurrió en Colombia, donde Juan Manuel Santos chocó con su mentor. Alvaro Uribe lo había ungido como candidato y luego pretendió manejarlo, pero Santos tenía vuelo propio y lo enfrentó. Como en “La Guerra de los Roses”, los cónyuges políticos terminaron convertidos en archienemigos.

El actual presidente colombiano también es un “elegido” de Uribe, pero a diferencia de su antecesor, Iván Duque es dócil con su mentor. El caso guarda similitud con el gobierno argentino, donde conviven en el poder, o al menos coexisten, Alberto Fernández y la mujer que lo convirtió en presidente.

Ambos venían de un divorcio político traumático. Tras renunciar a la jefatura de Gabinete, Alberto se había convertido en un durísimo crítico de Cristina. Pero ella tuvo la astucia de ungirlo con la candidatura presidencial, para dar imagen de moderación, equilibrio y autocrítica. Hasta ahora, la fórmula no ha mostrado contraindicaciones graves, aunque una parte del país percibe al presidente como una marioneta de su vicepresidenta.

¿A cuál de estos casos se parecerá el gobierno de Arce? En principio, tiene algo en común con Santos, quien había sido el ministro de Defensa que piloteó los mayores éxitos del gobierno de Uribe, ocurridos en el terreno de la guerra contra las FARC.

Ataques en los que murieron comandantes de la envergadura de Raúl Reyes y Luis Briseño, además de la operación que liberó de su cautiverio a Ingrid Betancourt, habían convertido a Santos en el ministro estrella.

En los gobiernos de Evo Morales, el ministro estrella fue Luis Alberto Arce Catacora. Quizá este lúcido economista con postgrado en la universidad británica de Warwick no habría logrado la candidatura si el líder del MAS no lo hubiese aprobado. Pero Evo Morales no habría logrado las reelecciones que logró si no hubiera estado Arce al frente de la economía.

El presidente electo es el artífice del músculo más poderoso que tuvo la “era Evo”: el crecimiento vigoroso y sostenido de la economía. Crecimiento y estabilidad económica fueron las claves del éxito de los gobiernos del MAS.
Sin Arce como candidato, el partido de Evo Morales no habría logrado este triunfo abrumador. El ex ministro sumó votos en sectores de la clase media y del empresariado que rechazan el confrontacionismo y el discurso ideologizado de Morales y García Linera. Arce es de izquierda, pero más centrista y con el pragmatismo que permite impulsar un capitalismo que crea riqueza, además de distribuirla.

Lo que cabe esperar del próximo gobierno es que Arce sea el presidente y también el dueño del poder. Por un lado porque el mentor no siempre tiene instinto de titiritero. Lula fue el mentor de Dilma Rousseff, pero cuando ella ocupó la presidencia no interfirió con su gestión.

Ahora bien, si Evo Morales intentara subordinarlo, es difícil pensar que Arce lo aceptaría. Al presidente electo le sobran razones para no ser el testaferro del poder de otro.