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El autor del verdadero “gran salto adelante”

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CLAUDIO FANTINI
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Si se resumiera la milenaria historia china a sus saltos transformadores más relevantes, quedarían la dinastía Qing, que realizó la primer gran unificación territorial tras vencer a los llamados “reinos combatientes” dos siglos antes de la era cristiana; la Revolución de Xinhai, con la que el nacionalista Sun Yat-sen creó la primera república china en 1911; el triunfo de los comunistas sobre el Kuomintang en la exacta mitad del siglo XX y, finalmente, la reforma iniciada por Deng Xiaoping el 18 de diciembre de 1978.

Los últimos dos grandes hitos generaron realidades socio-económicas radicalmente distintas, pero tienen un mismo protagonista: el Partido Comunista Chino (PCCh). Por lo tanto, otro momento clave en la historia del gigante asiático ocurrió hace exactamente cien años: la creación de la organización política que, primero, colectivizó la economía y unificó el territorio continental a través de su eficaz aparato totalitario, y después abandonó el colectivismo para construir un capitalismo de rasgos propios que generó el descomunal crecimiento económico que llevó a China a competir con los Estados Unidos por el liderazgo productivo y tecnológico global.

Mao Tse-tung estableció el 1 de julio como el día de la fundación, pero lo único verdaderamente indudable es que fue en ese mes del año 1921 cuando los esfuerzos del intelectual marxista Chen Duxiu, con la ayuda de otro intelectual, Li Dazhao, hicieron desembocar la rebelión estudiantil que originó el Movimiento Cuatro de Mayo, en las reuniones clandestinas que crearon en Shanghai el Partido Comunista.

Como anticipando las contradicciones y paradojas que caracterizarían a la etapa histórica iniciada, Chen Duxio terminó siendo expulsado del partido que había fundado y del cual fue su primer secretario general, convirtiéndose luego en adversario del PCCh desde el trostkismo.

En este siglo de historia, el mismo aparato político construyó un colectivismo infructuoso y fanático bajo el liderazgo ultra-personalista de Mao Tse-tung, y a partir de 1978 construyó el pujante capitalismo dirigista que sacó de la pobreza al país y a multitudes oceánicas, generó desarrollo y puso a China a disputar el liderazgo económico y tecnológico a las potencias occidentales.

Deng Xiaoping había sido víctima de la Revolución Cultural, feroz inquisición ideológica con que Mao purgó el partido de todos los que se oponían al totalitarismo maoísta y denunciaban las calamidades causadas por el colectivismo y por proyectos delirantes como el llamado “Gran Salto Adelante”. Entre las víctimas de aquellas cacerías de brujas, estaba el pragmático Deng Xiaoping, quien cuando finalmente llegó al poder tras la muerte del “Gran Timonel” y del breve frenetismo tiránico del Grupo de los Cuatro, impulsó sin obstáculos las reformas que construyeron el particular capitalismo chino.

La masacre de Tiananmén, poniendo fin en 1989 al movimiento de protesta estudiantil, terminó de sepultar la posibilidad de que la apertura económica implicara también una apertura política.

El capitalismo autoritario del régimen de partido único se mantuvo tras la muerte de Deng, su creador, bajo los liderazgos de Jiang Zemin y Hu Jintao, entrando ahora con Xi Jinping a una etapa de decisiva confrontación con Estados Unidos y sus aliados europeos por el liderazgo mundial.

De Mao sólo queda su imagen en los billetes y en el retrato que preside la Plaza de la Paz Celestial en Pekín. Pero el partido que creó Chen Duxiu hace exactamente un siglo y que llegó al poder en 1949, sigue siendo el gran protagonista de la historia contemporánea de China.

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