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Argentina partida

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CLAUDIO FANTINI
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"No se bancan una joda”, dijo Dady Brieva de quienes lo repudiaron por haberse referido a la protesta del lunes afirmando que le daba ganas “de subirse a un camión y jugar a los bolos en la 9 de Julio”.

Como “los bolos” a los que se refiere son las personas que protestaban en el Obelisco, la “joda” del actor fue decir que esa multitud le generaba el deseo de cometer una masacre.

La metáfora usada por el actor kirchnerista tiene antecedentes en la realidad. En el 2016, en la ciudad francesa de Niza, un camión conducido por un lobo solitario arremetió contra la multitud que paseaba en la rambla dejando casi un centenar de muertos. También hubo camiones “jugando a los bolos” en un mercado navideño de Berlín, en Estocolmo, en Paris y en Nueva York. Esos casos no fueron bromas, sino masacres.

Por eso es lamentable el silencio del oficialismo. No hubo voces en el gobierno de Alberto Fernández repudiando la violencia verbal del actor. Tampoco habló Cristina Kirchner ni expresó estupor algún dirigente de su espacio político.

La oposición hizo bien en señalar la vulgaridad brutal de Dady Brieva en un país partido por una grieta que supura odio político a borbotones. Pero eso no implica que esté bien denunciarlo por instar a la violencia. Dijo algo horrible, pero que no equivale a haber instigado a masacrar.

Reclamar que se lo impute por haber cometido un delito, como hicieron quienes lo denunciaron y los dirigentes opositores que avalaron esa denuncia, no es coherente con rechazar la creación de Nodio, el observatorio estatal sobre lo que dicen los periodistas que podría usarse para censurar la crítica y la denuncia.

En el oficialismo y en la oposición abundan las palabras y los silencios deplorables. El observatorio que supuestamente debe combatir la difusión del odio político, cultural y social, debió pronunciarse categóricamente contra el deseo de masacrar con que bromeó el actor kirchnerista, pero no lo hizo. Paralelamente, dirigentes opositores hacían decir al jefe de Gabinete algo que en realidad no dijo.

Según esos dirigentes, Santiago Cafiero afirmó que quienes salieron a las calles a protestar este lunes “no son el pueblo ni son la gente” como sostiene la oposición. Pero resulta claro que lo afirmado por el jefe de Gabinete es que las multitudes del 12 de octubre no son “todo” el pueblo ni “toda” la gente. Lo cual es cierto.

El énfasis que pone Cafiero al pronunciar los artículos “el” y “la” los hace equivaler a totalidad. De haber escrito esa frase mientras era pronunciada por el funcionario, un taquígrafo habría anotado ambos artículos en negrita. Pero algunos dirigentes opositores y formadores de opinión omiten ese aspecto de lo dicho, adulterando lo afirmado por Santiago Cafiero.

Con sus palabras y sus silencios, el juego sucio es la regla en la Argentina partida.

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