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Alemania, final y principio

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CLAUDIO FANTINI
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Termina un gobierno excepcional en muchos sentidos, pero el resultado de la elección muestra que las excepciones históricas podrían continuar en la política alemana.

La excepción que podría culminar con el resultado del domingo, es la del gobierno de Gran Coalición, como llaman los alemanes a las administraciones que asocian a los dos partidos más grandes, tradicionales y rivales de Alemania: la Unión Cristiano Demócrata (CDU) y el Partido Social Demócrata (SPD).

Sólo hubo Gran Coalición entre 1966 y 1969, cuando conservadores y socialdemócratas acordaron cogobernar con Kurt Kiessinger como canciller y Willy Brandt como vicecanciller, para impulsar una serie de reformas económicas indispensables y difíciles de digerir por la sociedad. Pero desde que Merkel pactó con Gerhard Schröder, esa sociedad entre los tradicionales rivales fue la regla.

Con el resultado del domingo, terminan 16 años de Gran Coalición y también de gobiernos encabezados por la CDU. Con el triunfo que lograron, los socialdemócratas podrían formar gobierno sin conservadores. Pero para que les alcance, necesitan una coalición tripartita, lo cual es inédito en Alemania, porque todas las coaliciones gubernamentales han asociado a dos fuerzas políticas.

Olaf Schölz, hasta ahora vicecanciller, intentará encabezar una administración con el Partido Verde y el Partido Liberal Demócrata. El problema es que verdes y liberales se llevan pésimo. Si Schölz no consigue reconciliarlos, intentará hacerlo el democristiano Armin Laschet, pero tendrá la misma dificultad para sumar ecologistas y liberales, dos fuerzas que tampoco aceptarían integrar gobiernos que incluyan a los ultraderechistas de Alternativa por Alemania y a la izquierda dura que representa Die Linke.

Esas dificultades mantienen la posibilidad de que, finalmente, se recurra a otro gobierno de Gran Coalición, aunque esta vez encabezado por los socialdemócratas.

Que el partido de Angela Merkel haya quedado segundo y con el más bajo porcentaje de votos en sus setenta años de historia ¿muestra un fracaso de la canciller saliente? No. Lo más relevante del mensaje de las urnas es el fortalecimiento del centro. Y Merkel ha sido la gran reivindicadora del centrismo político.

El resultado muestra una gran caída de Die Linke, la izquierda de raíz marxista que podría quedar afuera del Bundestag, y también un retroceso de los ultraderechistas. Las cuatro fuerzas más votadas pertenecen al centro del arco político.

Merkel había querido retirarse en la elección anterior. No lo hizo por la irrupción de Trump, alentando a los “brexiteers” británicos y a otros demagogos nacionalistas empeñados en debilitar a la Unión Europea, como el italiano Salvini, el húngaro Orban, la francesa Le Pen y el polaco Kaczynski.

Al entrar Trump en escena, Merkel volvió a postularse y ganó un periodo más. Ahora se retira dejando el centro político en pié y los partidos radicalizados en declinación.

Por eso conquistó la admiración de centroderecha y centroizquierda en todo el mundo, en marcado contraste con la apatía y el rechazo que generó en los conservadurismos duros y las extremas derechas.

Nunca le perdonarán su corrimiento al centro, ni que haya propiciado en el Bundestag la aprobación de leyes como la del matrimonio igualitario. Menos aún que cuando el ala dura de su propio partido dijera que no podían permitir el ingreso masivo de refugiados que huían de las guerras del Oriente Medio, ella, desafiante, respondiera “wir schaffen das” (nosotros lo hacemos) y abriera las puertas de Alemania a esa ola de desesperados.

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