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Alberto sopapeado por el kirchnerismo

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claudio fantini
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Una ráfaga de duros cuestionamientos dañó la imagen de Alberto Fernández.

Sobre todo, la imagen que sumó votos centristas indispensables para ganar la elección y luego logró la aprobación de buena parte del “no peronismo”. Esa imagen quedó malherida por el intenso ataque que sufrió desde el propio oficialismo.

Pero también fue un daño auto-infligido. El presidente se opacó por salir a dar respuestas que contrastaron con la agresividad con que, poco antes, había respondido cuestionamientos y preguntas incómodas que no provenían del oficialismo.

El batallón en el que nadie abre fuego ni deja de gatillar si no es por orden de la comandante, le tiró al presidente con Hebe de Bonafini, con Nora Cortiñas y con Víctor Hugo Morales. ¿Por qué Cristina ordenó semejante paliza al presidente que ella misma sentó en el Sillón de Rivadavia? Probablemente, por tres razones: haber llamado “amigo” a Rodríguez Larreta; haber dado marcha atrás en la expropiación de la empresa Vicentín y haber dicho que en Argentina “gobierna un presidente con los gobernadores”, en lugar de decir que gobierna el presidente con la vicepresidenta.

Como fuere, el país vio a un mandatario recibiendo sopapos contra las cuerdas. Haber respondido con extremado cuidado a Bonafini, se entiende. Si bien la líder de Madres de Plaza de Mayo lleva años disparando intolerancia con violencia verbal, tiene una historia que hace entendible el trato respetuoso. Por la misma razón, se justifica el silencio del presidente ante Nora Cortiñas cuando dijo que en el gobierno hay gente que “debería estar presa”, insinuando que son asesinos y señalando al canciller Felipe Solá.

Pero haber llamado a un periodista que estaba repudiando por radio el aval de su gobierno al informe firmado por Michel Bachelet que denuncia la situación de los Derechos Humanos en Venezuela, fue incomprensible y bochornoso.

El mismo presidente que había humillado en público a la periodista Silvia Mercado por una pregunta que carecía de agresividad, se auto-humilló respondiendo un infundado y agraviante ataque de Víctor Hugo Morales. Alberto Fernández se puso a hacer aclaraciones que lo oscurecieron todo, porque no tenía nada que aclarar.

Argentina había avalado un informe del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, denunciando realidades también denunciadas por otros organismos. El documento que lleva la firma de Bachelet, visibiliza la cuasi esclavitud que padecen miles de mineros explotados en la Cuenca del Orinoco.

Mafias turcas, rusas y chinas, entre otras organizaciones violentas, usufructúan ilegalmente el Arco Minero de Venezuela, explotando de manera brutal a mineros sometidos a leyes que imponen estas nuevas y siniestras economías de escala.

En el siglo 20, las llamadas economías de escala explotaban campesinos en sus feudos de Centroamérica y El Caribe. Lo mismo hacen las mafias que oprimen mineros entre los que hay miles de niños.

El informe denuncia castigos físicos, torturas y vejaciones que han dejado centenar y medio de muertos en un año. También denuncia abusos sexuales contra los niños explotados en las minas. ¿Por qué tiene un presidente argentino que explicar su aval a un informe que reclama el fin de ese atroz sistema de explotación?

Quien tiene que dar explicaciones es el periodista que repudió ese aval, en el afán de defender a un régimen represivo que impera sobre un Estado quebrado y un pueblo empobrecido, pero posee arcas clandestinas abarrotadas de dinero manchado con sangre y sudor de mineros oprimidos.

El régimen residual chavista tiene dinero para mantener unida a la casta militar, logrando que nadie saque los pies de un plato suculento, y también para financiar lealtades de dirigencias y gobiernos extranjeros.

Ese dinero vendría del contrabando de petróleo y de asociaciones con el narcotráfico y con las mafias que explotan ilegalmente la cuenca minera del Orinoco.

Lo vergonzoso es no denunciar semejante realidad, pero al presidente lo atacaron por avalar una denuncia, haciéndolo retroceder de manera humillante.

El sector liderado por Cristina Kirchner fue el que lanzó el ataque más duro y desestabilizador que recibió el mandatario.

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