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Alberto Fernández, el mariscal de la derrota

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CLAUDIO FANTINI
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Le calzaron el traje de mariscal de la derrota y lo mandaron a poner la cara. Todos subieron al escenario pero el único que habló fue Alberto Fernández.

Justo él, a quien por ser el presidente deberían preservar de todo lo que debilite su autoridad, es quien tuvo que pararse en el centro de la escena del fracaso.

Después de hablar, el presidente saludó a quienes estaban a su lado y ese saludo pareció evidenciar que, hasta minutos antes, Cristina Kirchner estuvo maltratándolo: el fugaz toque de puño con que Alberto saludó a la vicepresidenta contrastó con el fuerte abrazo que le dio a Sergio Massa y los abrazos que repartió entre los demás.

A esa hora, el escrutinio mostraba la dimensión de la debacle del oficialismo y estaba claro que Cristina y la cúpula kirchnerista pondrían toda la responsabilidad del fracaso en el primer mandatario, quien por cierto aportó mucho al descalabro.

Desde el “vacunatorio VIP” hasta la fiesta clandestina en la residencia presidencial y el elogio a una profesora filmada por sus alumnos cuando vociferaba un adoctrinamiento hecho con clichés y slogans, el presidente protagonizó una cadena de estropicios que espantaron votos. Pero las encuestas llevan tiempo evidenciando el tamaño descomunal de la imagen negativa de la vicepresidenta, quién además es la responsable de que Alberto Fernández esté sentado en el sillón de Rivadavia y con las manos atadas.

También es la responsable de que a la Provincia de Buenos Aires la gobierne su favorito, Axel Kicillof, cuya gestión es un fracaso a pesar de recibir del gobierno nacional cantidades de ayudas económicas y prebendas administrativas y sanitarias para favorecerlo en detrimento de los demás distritos.

Kicillof tuvo el peor desempeño del peronismo en Buenos Aires, mientras que Horacio Rodríguez Larreta obtuvo una resonante victoria, a pesar de que el presidente le quitó al gobierno de CABA suculentos puntos de coparticipación federal que le fueron agregados al gobierno bonaerense.

Si a eso se suma la derrota abrumadora de los candidatos de Cristina y Alicia Kirchner en el feudo kirchnerista de Santa Cruz; la continuidad del fracaso del kirchnerismo en Córdoba, la segunda provincia más importante y poblada del país, y la caída estrepitosa del peronismo en provincias donde siempre gana, como Entre Ríos, La Pampa y Chaco, se vislumbra la vastedad del traspié que sufrió el oficialismo.

Pero no sólo Cristina Kirchner y Alberto Fernández fueron derrotados. A las candidatas del gobernador cordobés Juan Schiaretti las perjudicó la sombra gris del presidente, mientras que, en la misma provincia, a los opositores Gustavo Santos y Mario Negri los perjudicó haber sido los candidatos de Mauricio Macri en la interna de Juntos por el Cambio (JxC).

Si bien Schiaretti nunca fue kirchnerista, en los últimos años sus legisladores votaron demasiadas veces con el oficialismo y hubo demasiada cercanía con el presidente. Eso parece explicar una parte importante de la derrota que Alejandra Vigo y Natalia De la Sota tuvieron ayer frente a los votos que se repartieron los candidatos de JxC. Y el resultado en ese espacio, igual que el resultado de la interna de JxC en Santa Fe, constituye una derrota de Macri, porque quienes empapelaron la ciudad con grandes afiches en los que posan junto al ex presidente, fueron barridos en las urnas por Luis Juez y Rodrigo De Loredo.

En Santa Fe también perdió el candidato al que apoyó públicamente Macri, mientras que en Entre Ríos, donde JxC demolió a un peronismo que gobierna desde hace décadas, el dueño del triunfo es Rogelio Frigerio, ex ministro del Interior al que el ex presidente culpó por su derrota en 2019 y convirtió en disidente dentro del PRO.

En CABA y en Provincia de Buenos Aires, el gran vencedor fue Horacio Rodríguez Larreta, sin embargo no habló en el escenario del triunfo. A la palabra la tuvieron los candidatos Santilli y Vidal. ¿La razón? Probablemente, un acuerdo para evitar que Macri exija la palabra en el acto de proclamación de la victoria.

De no haber estado las candidaturas de los liberales duros Javier Milley y José Luis Espert, ayudados por el “voto bronca” contra el discurso moderado de Rodríguez Larreta, JxC habría obtenido aún más votos de diferencia sobre el Frente de Todos.

Es fácil imaginar a Fernández presionado por el kirchnerismo para que haga lo que no debe para revertir este resultado en noviembre, cuando los votos definan la composición del Congreso: inyectar billetes que financien el consumo y se paguen con desborde inflacionario.

Casi tan fácil como imaginar a la vicepresidenta vapuleando al presidente, antes de calzarle el uniforme de mariscal de la derrota.

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