Publicidad

Ahorcamiento y fuga olímpica

Compartir esta noticia
SEGUIR
CLAUDIO FANTINI
Introduzca el texto aquí

Su cuerpo apareció colgando de un árbol en un parque de Kiev, pero la hipótesis del suicidio de Vitali Shishov tiene un problema: la nariz rota y la cara magullada de hematomas.

La muerte violenta del disidente bielorruso que se encontraba asilado en Ucrania, dejó flotando la sospecha de que agentes al servicio de Aleksandr Lukashenko cumplieron con torpeza su misión: mataron al activista, pero no lograron que parezca un suicidio.

En el 2013, apareció ahorcado en Londres el disidente ruso Boris Berezovsky. Estaba en la mira de Vladimir Putin y ya había sobrevivido a varios atentados, pero en su cuerpo no había signos violencia.

El jefe del Kremlin es el mentor y protector de Lukashenko. El déspota bielorruso había seguido los pasos del presidente de Rusia, proscribiendo y persiguiendo opositores. También pareció aplicar el manual de Putin cando hizo desviar a Minsk un avión de pasajeros para capturar un periodista que denunciaba el autoritarismo y promovía protestas en Bielorrusia. Y el cuerpo colgado de Shishov en un parque de Kiev hizo recordar la extraña muerte de Berezovsky, aunque lo diferenciaba la nariz rota y los hematomas en el rostro.

En el mismo puñado de días se produjo la resonante deserción de la atleta Kristsina Timanovskaya. Si en Bielorrusia no imperara un autócrata que pasó de las estratagemas tramposas al fraude liso y llano para perpetuarse en el poder, aplastando a sangre y fuego las protestas que estallaron a renglón seguido, habría quedado como un caso de desequilibrio emocional de una deportista que se peleó con los técnicos del equipo olímpico y pateó el tablero cuando intentaron enviarla de vuelta a Bielorrusia. Pero en el palacio presidencial de Minsk está Lukashenko y eso explica el pánico de la velocista.

Pocos días antes de que Kristsina Tsimanovskaya criticara públicamente a sus técnicos y éstos intentaran enviarla de inmediato al país eslavo, Lukashenko había desviado a Minsk el vuelo de una compañía irlandesa, mintiendo una amenaza de bomba en el avión para capturar a Roman Protasevich. Cuando la nave de Ryanair se detuvo en la pista, los agentes la abordaron y sacaron al periodista disidente por la fuerza, olvidando simular una revisión para ver lo de la supuesta bomba. Semejante antecedente justifica que Tsimanovskaya entrara en pánico temiendo que Lukashenko envíe agentes a Tokio para secuestrarla y llevarla por la fuerza a Bielorrusia.

Hasta ahora, la inmensa mayoría de los atletas que desertaron en plenos juegos olímpicos han sido soviéticos o de otros países comunistas. De Latinoamérica, eran comunes las deserciones de atletas cubanos y el ejemplo más revelador es aquel partido de fútbol que jugó con diez jugadores en los JJ.OO. del 2008, porque la mitad de los integrantes del equipo pidió asilo en el país anfitrión: Estados Unidos.

Otros regímenes de los que huyeron muchos atletas eran dictaduras sanguinarias de países africanos devastados por el hambre y la guerra.
Bielorrusia padece un régimen que está acelerando la construcción de una dictadura de rasgos totalitarios. El totalitarismo es la dictadura absoluta; el sistema en el que el Estado es, como en la descripción orwelliana, un “gran hermano” que controla a los ciudadanos imperando sobre sus conciencias, al convertirlos en espías y delatores de sus semejantes. El totalitarismo logra abolir la intimidad de las personas, para disolver al individuo en una masa de seres controlados.

Lukashenko había defendido el totalitarismo cuando fue uno de los pocos dirigentes bielorrusos que cuestionó la disolución de la Unión Soviética decidida en el Acuerdo de Belavezha de 1991 por los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, Boris Yeltsin, Leonid Kravchuk y Stanislav Shushkevic. Pero el país que gobierna desde 1994 no es totalmente totalitario y mantiene una fachada institucional democrática.

Lukashenko comenzó a convertir a Bielorrusia en un feudo despótico hace dos décadas y el proceso se aceleró desde el fraude perpetrado en la última elección presidencial, haciendo estallar las masivas protestas que reprimió con brutalidad.

Tanto el caso de la atleta que desertó en los JJ.OO. de Tokio, como la muerte del disidente en Ucrania, le recordaron al mundo que un autócrata intenta revivir el totalitarismo en el Este de Europa. Y cuenta con la guía y la protección de Putin.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Claudio Fantinipremium

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad