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Advertencia de la historia

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claudio fantini
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El envío de tropas a Arabia Saudita que anunció el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, podría tener consecuencias paradojales.

La presencia militar norteamericana ha sido, desde la segunda mitad del siglo XX, el combustible que movilizó el fanatismo religioso contra la Casa Saud y su poderoso aliado occidental.

Los efectivos enviados por Washington tendrán la misión de proteger los yacimientos y refinerías sauditas que acaban de ser blancos de un devastador ataque con drones y misiles.

Pero la proclamada intención poco vale ante un fervor religioso que considera que, en esas “tierras sagradas del profeta”, no puede haber fuerzas de potencias “infieles”.

La historia está colmada de advertencias. La ocupación de la Gran Mezquita de La Meca, en 1979, tuvo que ver con el rechazo de los ulemas y jeques del sunismo saudí contra la por entonces creciente presencia militar norteamericana en la Península Arábiga, donde habían protegido los buques cisterna que partían del puerto kuwaití con petróleo de Irak que los hacía blanco de las lanchas artilladas iraníes.

La ocupación del centro religioso donde se encuentra la Kaaba (piedra sagrada de la que la familia de Mahoma tenía el rango de guardiana), por parte de Juhayman al Utaybi y una turba de fanáticos armados hasta los dientes, tuvo la intención de derrocar al rey Jalib bin Abdulaziz al Saud y proclamar a Mohamed Abdulah Kathani como autoridad religiosa que pondría fin a la alianza con los norteamericanos.

El sucesor de Jalib, su hermano Fad, negoció con los líderes religiosos y los calmó destinando fondos de las arcas reales a las fundaciones y entidades islamistas.

El resultado fue que parte de esos petrodólares terminaron financiando organizaciones como Al Qaeda y, por ende, financiaron golpes exterminadores como el 11-S, además del ataque al buque USS Cole en un puerto de Yemen y los atentados a las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania.

La doctrina religiosa que impera en Arabia Saudita es el islamismo wahabita, una de las vertientes coránicas más cerradas e intolerantes.

La propia Casa Saud tiene que ver con esa doctrina, porque entre sus fundadores está Muhamad bin Abd al Wahab, el teólogo que predicó su rigurosa visión del Islam en el siglo 18.

Tropas occidentales en “la tierra del profeta” siempre generarán radicalización en la dirigencia del sunismo wahabí.

Por eso es posible que a Irán no le preocupe el envío de militares anunciado por Trump.

Además, está claro que el jefe de la Casa Blanca tiene fobia a las guerras y por ende intentará evitar un ataque a blancos iraníes como represalia por la devastación de Aramco.

No obstante, el liderazgo iraní advirtió que, si Irán es atacado, habrá una guerra total. Y lo hizo el día que conmemora el inicio de la guerra Irán-Irak.

Aquel conflicto, que estalló en septiembre de 1979 cuando Saddam Hussein ocupó los territorios en litigio sobre el estuario del Shat el-Arab, enfrentó a un Irán sin fuerza aérea y un ejército con armamento obsoleto, en el que abundaban los viejos fusiles Mauser, contra un Irak armado hasta los dientes por los soviéticos y las potencias occidentales, además de las monarquías sunitas y los regímenes laicos de los países árabes.

Tras ocho años de conflicto y más de un millón de muertos, Irak no pudo vencer a Irán. Eso es lo que quiere recordarles a Washington y a los sauditas la teocracia persa.

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