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A todo o nada

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claudio fantini
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El “Día D” se convirtió en sinónimo de esas jornadas que contienen los acontecimientos capaces de marcar puntos de inflexión en los conflictos.

Desde aquel 6 de junio de 1944, cuando el desembarco aliado en Normandía marcó el inicio de la debacle del III Reich, al producirse momentos con potencialidad de partir aguas, se habla de “Día D”. Y hay razones para pensar que hoy, sábado 23 de febrero del 2019, puede ser el “Día D” que va a producir el desenlace de la crisis venezolana.

Aunque falta ver el resultado de este original “desembarco”, emboscar al régimen con camiones de ayuda humanitaria es una idea brillante. Maduro quedará cercado desde tres flancos.

La jugada magistral de Juan Guaidó lo coloca en una encrucijada: si para impedir el ingreso ataca camiones con alimentos y medicamentos que necesita con urgencia el pueblo venezolano, además de dar una brutal imagen de insensibilidad, el régimen podría convertir esos convoys humanitarios en caballos de Troya que introduzcan fuerzas colombianas, brasileñas y norteamericanas para combatirlo en sus propios dominios.

Pero si, para evitar un conflicto armado que perdería, finalmente decide permitir el paso de las caravanas de camiones, estará convalidando el primer acto gubernamental de Guaidó con efecto directo en los venezolanos. Por lo tanto, su poder comenzaría a diluirse velozmente.

La emboscada que le tendió ese vigoroso contrapoder que logró construir Guaidó, coloca a Maduro en una disyuntiva atroz para su régimen. Debe optar entre iniciar un conflicto de una manera espantosa: atacando a quienes llevan comida y medicamento al pueblo sobre el que impera, atrocidad equivalente a la masacre de indios que causó el colonialismo británico en 1919 al reprimir una protesta pacífica en el parque Jallianwala Bagh.

La otra alternativa también es perjudicial para el régimen: permitir, sin ofrecer resistencia, lo que sería la mayor victoria de Guaidó desde que saltó al centro del ring para enfrentarlo.

¿Cómo será el Día D? El contrapoder que lidera el joven proclamado presidente interino aspira a que, ante la orden de reprimir una multitud que acompaña un convoy humanitario, los militares que enfrenten esa circunstancia desobedezcan al palacio de Miraflores, iniciando una cadena de deserciones que deje desguarnecido al régimen.

Con el país invadido por caravanas de camiones con alimentos y medicamentos, el poder de Maduro se diluirá tan velozmente que apenas tendrá tiempo para negociar un salvoconducto que le permita asilarse en otro país.

Ahora bien, si las cosas no ocurrieran exactamente así, los sucesos que se produzcan hoy podrían abrir la caja de Pandora. Como un león acorralado, la casta que causó a los venezolanos una de las peores tragedias de su historia podría vender cara su derrota. Y si ante esa circunstancia Washington impulsa una acción militar conjuntamente con Colombia y Brasil, como la primera mujer creada por Zeus en la mitología griega, habrá abierto el ánfora que contiene todos los males.

Las fuerzas del régimen pueden ser aplastadas por la coalición tripartía, pero la guerra que cause su caída podría “iraquizar” Venezuela. Esto es, plagar al país caribeño de milicias y organizaciones armadas, iniciando un conflicto caótico y con efecto Big Bang en la región.

El desenlace comenzó junto con este histórico sábado 23 de febrero. Aunque su resultado final, con un duelista abatido y otro victorioso, no necesariamente se verá al terminar el Día D.

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