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Cien años

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Atropella el 2019 y cómo. Pero antes, de despedida, un último repaso al 2018. Para resaltar, por ejemplo y esta es mi intención, que fue el año del centenario del diario El País.

Cien años no es poco tiempo y mas en un país que no llega ni a los doscientos de historia institucional. Desde que se inventó la imprenta - la de Gutenberg-, han pasado unos 526, por lo que cien es una buena tajada.

Cien años, día por día, es mucho tiempo de periodismo abrazados a la imprenta. Se los aseguro: llevo ya 56 en estos menesteres. Un cierre de jornada tras otro en que se pone fin al tiempo, ese algo tan inasible que nadie sabe ni cuando empezó ni cuando se termina, y a la vez un parto diario para dar a luz al día siguiente a un nuevo tiempo con nuevas noticias.

El País los festejó. Y cómo para no. Los festejó con diversos actos y actividades en conjunción con la gente. En ello cubrió todo el espectro, como lo hace diariamente con sus noticias. Hubo también una recepción formal, un cóctel. Me invitaron, tuve ese honor, pero no pude ir (cuestiones de salud, problemas motrices; no voy a casi ningún lado). Me disculpé. Se me dijo que asistieron muy pocos, casi ninguno, representantes del gobierno; y estaban todos invitados, me aseguraron. Aún no lo puedo creer. El mayor diario del país cumplía 100 años, un diario ligado a uno de los dos grandes partidos que hicieron a este país -¿ o eso también se supedita al neorelato frenteamplista?-, y nadie -o casi nadie (protocolo obliga)- del gobierno estuvo presente. ¿Ni el Presidente de la República?

¿Qué fue ese desprecio, ese no reconocimiento? ¿Qué fue? ¿Fue una forma de escrache, esa manifestación de intransigencia tan repugnante y tan cobarde en sus métodos de aplicación práctica, que comenzó junto con el nacimiento “de una nueva esperanza” que prometía el Frente Amplio, pero cuyo objetivo fue dividir a los uruguayos en buenos y malos? En dividirlos y en enfrentarlos. Una siembra de malas semillas con buenas cosechas, que han desbordado un poco y surgen entonces energúmenos desubicados que creen que eso es lo que hay que hacer. No es eso, aunque sea algo ínfimo frente a la practica sistemática a cargo de grupos fascistas con banderas de la izquierda que vienen agrediendo y ’‘enchastrando” desde hace mucho con la sonrisa como ausente -por ser delicado- de los mandantes. De los de arriba. Una especie de “escrachamiento de estado”, ¿no?.

Sea cual fuere la intención, las ausencias no le quitaron brillo a las fiestas de los cien años. Gente y aplausos sobraron y reconocimientos de todo tipo: aquí y en el exterior.

En octubre pasado, en Salta (Argentina) durante la asamblea anual de la SIP, mas de 350 directores y editores de medios de todo el continente americano rindieron de pie un homenaje a El País por sus cien años de existencia. Durante la ceremonia, desde la SIP y ante la presencia de descendientes directos de los fundadores -Julia Rodríguez Larreta y Washington Beltrán Storace- se destacó la trayectoria del medio homenajeado, su protagonismo histórico y político y su contribución en esos planos al Uruguay y muy especialmente su aporte periodístico.

Y se hizo especial hincapié en este último aspecto: en lo que ha significado y significa El País para los uruguayos a los que durante 100 años, todos los días, les brindó una posibilidad más para informarse, para saber que es lo que esta pasando y para vigilar los actos, gestión y comportamiento de sus representantes -léase sus mandatarios, sus delegados a término, en fin, sus empleados, que por eso se les paga. El País cada día permitió a los uruguayos ampliar el menú del cual elegir.

Libertad es elegir. Elegir lo que uno quiera, lo que uno decida, lo que a uno le guste.

Ser libre es poder elegir sin ningún tipo de presiones, ni recomendaciones condicionadas, sin chantajes desde arriba, y por supuesto sin censuras ni prohibiciones.

Ser libre es elegir y decidir por si mismo lo que leo, lo que veo o lo que escucho y quienes me van a gobernar. Es comer lo que se quiera, sin sal o con sal, sin azúcar o con azúcar, fumar o no fumar y lo que sea fumable, casarse con quien se quiera, decidir el número de hijos a tener, poder guardar y manejar el salario o el dinero fruto de nuestro trabajo como se quiera, sin ser controlados.

Ser libre es poder hablar tranquilamente sin que, en violación de las mas elementales reglas, se salga a difundir “desde arriba” cuánto uno debe al BPS o al Instituto de Colonización o si tiene “antecedentes” (que bicoca eso de manejar los antecedentes; poder tapar o mantener dentro del “respetable secreto y la privacidad” los de los amigos y poder filtrar o “volantear” nomás los de los que no lo son, de los que disienten, de los que se oponen, de los ven la cosas diferentes; lo del “escrachamiento de estado” que citábamos).

Si ser libre es poder elegir sin traba alguna, cuanto más tengamos para elegir, cuanto más amplia sea la oferta, más libre seremos.

He ahí el mayor aporte, entonces, que El País ha hecho durante cien años, y por el cual no solo no se justifica ser ignorado de ninguna forma, sino que se merece el homenaje y agradecimiento de los uruguayos. El reconocimiento por habernos dado durante un siglo una opción más para elegir; esto es, una chance diaria para ser más libres.

Y eso es mucho.

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