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Intenciones o resultados

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Casilda Echevarría
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En tiempos de candidaturas muchas son las intenciones que se expresan a lo largo y ancho del espectro político, teñidas en general de fundamentalismos que ciegan el entendimiento y la posibilidad de evaluar adecuadamente la realidad.

En el mundo entero ha fracasado el socialismo, sin embargo en nuestro país nos empecinamos en seguir extrayendo riqueza de quienes podrían ahorrar e invertir.

No se trata en esta columna de hacer mención a los aspectos en los cuales el estado fracasa en su gestión, sino de poner de relieve la poca capacidad del sistema político de establecer consensos sobre los resultados que se quieren obtener y no insistir en afirmaciones programáticas que han sido base de propaganda pero no se han podido concretar. Se vería con agrado que quienes inciden en la vida del país dejen de lado los egos, rispideces personales y fundamentalismos, largamente desmentidos por la realidad, para delinear políticas de estado.

No se trata de ser muy creativo en los objetivos, porque probablemente ahí es donde haya un mayor nivel de coincidencia, el punto es el cómo. Aumentando impuestos, agrandando el estado, incrementando el déficit, eliminando el secreto bancario ¿alguien puede real y sinceramente creer que una persona puede conseguir ahorrar como para poder invertir, o que un extranjero invertirá en un país en el cual su familia no estará segura y los gremios le dominarán su emprendimiento?

En un mundo en el cual la tecnificación es creciente ¿se puede seguir en este país sin que se adapte la forma de educar, promoviendo libertad de pensamiento, evitando enseñar de memoria y desterrando el adoctrinamiento político y de tenor sexual? Promoviendo un pensamiento crítico, amplio, alejando de imposiciones, pero en un marco de disciplina y fomentando el esfuerzo, los educandos estarán en situación de competir y crecer en la búsqueda de un futuro promisorio. La realidad es terca, puedo creer en la buena fe de quienes han pensado que desde el estado se puede dominar toda la actividad, pero eso es equivocado, por la simple razón que los privados son más y lo mismo, para pensar en proyectos de desarrollo y además porque ganar o perder no les es indiferente y fundir empresas, salvo las financiadas por el Fondes, implica un gran fracaso y pérdida de dinero. En las empresas públicas y sus hijas perder dinero no implica ninguna responsabilidad. De ejemplos ya estamos colmados, lo pagamos todos con impuestos y listo.

Es hora de análisis y acuerdos basados en la experiencia; reducir el estado es urgente; disminuir el déficit es nuestra responsabilidad frente a nuestros hijos y nietos; promover una educación digna, eficiente y que retenga a los estudiantes es impostergable; sustituir las dádivas en dinero por prestaciones no dinerarias es determinante para la dignidad y la formación en el esfuerzo. Restructurar el sistema mal llamado solidario de seguridad social es imperioso.

Si mantenemos el rumbo de los deseos e intenciones, con gastos en diagnósticos mal interpretados, solo vamos hacia la extensión de la pobreza, la exportación de talentos y el resentimiento y envidia que se apoderan de las personas que ven frustrado su futuro.

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