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Qué decir y qué callar

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En tiempos de campaña qué decir y qué callar es clave para lograr el voto popular. Año de verdades, mentiras, demagogias, discursos vacíos de contenido y gente desconcertada en la búsqueda de un candidato en quien confiar

Lo cierto es que el estado gasta más de lo que recauda y que ese desequilibrio se debe encarar y la forma de hacerlo tiene un costo y hay que decidir quién lo soportará. Los recursos son escasos, el país no produce suficiente para el gasto del estado, es así, o se reduce el costo o se aumentan los impuestos o se incrementa la deuda para que el derroche lo paguen los hijos y nietos de quienes lo disfrutan. Difícil y poco esperable es que los aspirantes a administradores públicos asuman la responsabilidad de achicar el estado a menos que haya una verdadera conciencia social de la necesidad de adecuar el tamaño del estado a la dimensión del país, pero ¿quién se anima a hacer una campaña poniendo este tema sobre la mesa? Sí, por incómodo que sea, este es un tema central, hay que achicar el estado, para ello hay que definir prioridades, en qué vamos a gastar y en qué nos vamos a abstener de gastar.

Para la gente común es difícil ver que temas que parecen muy lejanos a su vida sean tan determinantes de su suerte y la de sus familias. En eso los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad, la viveza criolla les atrae la atención mediante golpes de efecto, tales como si fulano es millonario, outsider, nació de tal familia, vivió en tal o cual barrio o aspectos que nada hacen a la propuesta electoral.

Lo cierto es que se lleva el foco de la campaña a temas de envidia y resentimiento en vez de centrarse en temas de verdadero interés para la población, que permitan exigir de los candidatos, la exposición de lo que esencialmente hay que hacer para encaminar el país. ¿Queremos tener una seguridad deficiente, una infraestructura decadente, una educación arcaica y mantener negocios ruinosos o superfluos y con sobrecostos desde las empresas públicas? Las noticias sobre los costos en la regasificadora, los negocios deficitarios de Ancap, la construcción del Antel Arena y tantos otros parecen lejanos para el ciudadano común, sin embargo no lo son. Los recursos para esos emprendimientos se obtienen de las caras tarifas que impactan severamente en la producción y por tanto en la capacidad de las empresas.

¿A las personas que buscan trabajo alguien les dice que los impuestos que pagan las empresas y las familias son tales que no les permiten destinar recursos a la contratación de nuevos empleados? Tal es la desinformación de la gente común que se les ha hecho creer que la redistribución de la riqueza se produce cuando un puñado de burócratas toman compulsivamente el dinero de los contribuyentes para entregárselos magnánimamente a sectores que ellos elijan arbitrariamente.

No señores, solo con el crecimiento de la economía, con más y mejor inversión se mejora la situación de la población en general y ello solo se logra con apertura comercial, reforma del estado, disminución de impuestos, seguridad ciudadana y educación adecuada a los tiempos modernos.

No es de un día para el otro, pero hay que tomar conciencia que solo con trabajo y no con dádivas se logra un país mejor para todos.

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