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Ansia de prohibir y obligar

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Casilda Echevarría
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El ansia de prohibir y obligar está cada vez más a flor de piel en la sociedad.

Se pregona la tolerancia y la inclusión pero se practica lo contrario: la libertad va perdiendo su importancia como valor a custodiar y se va permitiendo la invasión a la vida privada a la vez que se pierde el respeto por la libre expresión de las personas.

La Ursec se apresta a controlar que al menos el 30% de la música que emitan las radios sea nacional, en cumplimiento de la tan polémica ley de medios, con varios artículos contrarios a la Constitución que protegen la libertad de los habitantes de la República; otra vez la cuota, lo políticamente correcto, ¿por qué no dejamos que sea la gente quien resuelva qué escuchar?

Varios destacados ciudadanos han sido citados por el comunicador Orlando Petinatti, por haber expresado públicamente su deseo de prohibir la emisión, en lugares públicos, de su programa Malos Pensamientos.

Independientemente de si esa prohibición llega o no a concretarse, o si el contenido del programa es o no del agrado de dichas personas, el solo hecho de pretender influir desde sus posiciones de poder en qué puede o no escucharse ya debería generar una alerta máxima por el autoritarismo que implica.

La expresión de una opinión, por más irritante que pueda resultar para algunos, no debiera ser pasible de sanción, salvo que esté comprendida en el Código Penal. Hace unos días veíamos con desagrado el ataque al monumento del holocausto judío, negando su existencia e incitando al odio, al desprecio y violencia moral contra personas, en razón de su religión y etnia, un ejemplo de expresión que sí debe ser reprimida por constituir un delito.

Sin embargo, lo expresado por la escritora Mercedes Vigil sobre el cantautor Daniel Viglietti no es más que una opinión y generó desmedidas reacciones que solo demuestran una intolerancia absolutamente contraria a la vida en democracia.

Sin opinar sobre si la distinción otorgada a esta señora fue merecida o no, el dar opinión contraria al desempeño del Sr. Viglietti no debería dar mérito a que se le pretendiera retirar el reconocimiento otorgado.

En otro orden podríamos citar la exigencia de alcohol cero para conducir vehículos (Ley 19.360 ). ¿Quién puede, con honestidad, sostener que los accidentes de automóviles se producían por personas que hubieran ingerido una copa de vino con la comida? Desde ya que nadie puede conducir alcoholizado o drogado pues eso sí constituye un riesgo para otros, pero en la medida en que la pequeña ingesta de alcohol no altera las facultades mentales de las personas, su prohibición total no es más que otra señal de autoritarismo.

En igual sentido la generalización de la bancarización puede ser beneficiosa, pero hacerla obligatoria ha generado complicaciones a grandes grupos en su vida corriente. La prohibición de instalar una imagen de la Virgen cuando son múltiples las imágenes de todo tipo en espacios públicos de Montevideo, simplemente refleja el afán de prohibir sin razón alguna.

La Constitución de la República autoriza a limitar la libertad de las personas y sus derechos, solo por ley y por razones de interés general, lo contrario es un totalitarismo contrario a la democracia en la que la ciudadanía ha elegido vivir.

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