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El tamaño importa

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Pablo Da Silveira

Las mejores universidades del mundo suelen tener poblaciones estudiantiles bastante reducidas. Oxford y Cambridge, en Inglaterra, rondan los 20 mil estudiantes. Harvard, en Estados Unidos, está apenas por encima de esa cifra. El célebre Instituto Tecnológico de Massachussets (más conocido como MIT) tiene 10 mil. En Alemania, la Universidad Libre de Berlín tiene 30 mil alumnos y la célebre Universidad de Heidelberg tiene 28 mil. La tradicional Universidad de Siena, en Italia, tiene 20 mil alumnos. La Universidad de Tokyo, en Japón, tiene 30 mil y la Sorbona de París tiene unos 40 mil.

También hay universidades de prestigio que tienen un tamaño similar al de la Universidad de la República. La Universidad de Bologna y la Universidad de San Pablo, por ejemplo, tienen ambas una cifra cercana a los 80 mil estudiantes. Pero las instituciones de este tamaño son poco frecuentes entre las universidades más prestigiosas, y los dos casos mencionados están ubicados en países con mucha población (Italia tiene 60 millones de habitantes, Brasil tiene casi 200).

Luego están los grandes dinosaurios del mundo universitario. La Universidad Autónoma de México y la Universidad de Buenos Aires han superado ambas la barrera de los 300 mil estudiantes. Pero muchos analistas coinciden en señalar que no se trata de instituciones en el sentido estricto del término, sino de federaciones de instituciones que operan bajo un nombre común. En el interior de esas macro organizaciones conviven centros de excelencia que hacen investigación de punta con facultades masificadas que ofrecen una enseñanza de mala calidad, mucho caos institucional y una gran politización. Las macrouniversidades como la UNAM o la UBA son muy ineficientes y casi imposibles de gobernar. Por esta razón, no constituyen un modelo a seguir para casi nadie.

Estos datos vienen a cuenta para evaluar unas recientes declaraciones del rector de la Universidad de la República, en las que se plantea como meta deseable llegar a los 180 mil estudiantes para el año 2020. ¿Realmente se trata de un objetivo a buscar, o más bien de un posible desenlace a evitar?

Para analizar el punto, es esencial distinguir el hecho de que el Uruguay pueda tener 180 mil alumnos estudiando en universidades públicas, del hecho de que esos 180 mil alumnos estén matriculados en una única institución. Lo primero podría ser deseable, siempre y cuando se pueda ofrecer una formación pertinente y de calidad. Lo segundo parece indeseable. La Universidad de la República es ya hoy una institución aquejada por enormes problemas de gestión y casi imposible de gobernar. Si el número de estudiantes llegara casi a duplicarse, esos problemas se volverían todavía más graves.

Si se pretende aumentar el número de estudiantes del sector universitario público, la primera medida sensata debería consistir en eliminar el monopolio impuesto por el artículo segundo de la ley orgánica de 1958. Y la segunda medida debería consistir en fraccionar nuestra gran universidad estatal en instituciones que tengan una escala razonable. Los grandes dinosaurios suelen ser víctimas de su propio tamaño.

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