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Síndrome

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La batalla cubana se ha trasladado a la prensa. Se trata de una contracarta. Responde, sin decirlo, a un documento aparecido en el NYT en sentido contrario.

Un grupo de 40 prominentes personajes norteamericanos y cubanoamericanos, muy prestigiosos y con una larga tradición de servicio público, de alguna forma vinculados al destino de Cuba, publicará una lúcida página en el Washington Post. Los firmantes se oponen a la nueva política cubana de Barack Obama. Les parece un error hacerle concesiones a la dictadura sin que Raúl Castro dé pasos hacia la apertura y la democracia.

En Estados Unidos hay por lo menos cinco categorías de personas que se oponen al embargo.

1. Las personas convencidas de que, tras más de medio siglo, la política de hostilidad ha fracasado y es preferible pasar la página, como en Vietnam o China, y suscribir la estrategia del acercamiento. O sea, declarar la paz y olvidar el pasado.

2. Los exportadores y negociantes que ven en Cuba u

La batalla cubana se ha trasladado a la prensa. Se trata de una contracarta. Responde, sin decirlo, a un documento aparecido en el NYT en sentido contrario.

Un grupo de 40 prominentes personajes norteamericanos y cubanoamericanos, muy prestigiosos y con una larga tradición de servicio público, de alguna forma vinculados al destino de Cuba, publicará una lúcida página en el Washington Post. Los firmantes se oponen a la nueva política cubana de Barack Obama. Les parece un error hacerle concesiones a la dictadura sin que Raúl Castro dé pasos hacia la apertura y la democracia.

En Estados Unidos hay por lo menos cinco categorías de personas que se oponen al embargo.

1. Las personas convencidas de que, tras más de medio siglo, la política de hostilidad ha fracasado y es preferible pasar la página, como en Vietnam o China, y suscribir la estrategia del acercamiento. O sea, declarar la paz y olvidar el pasado.

2. Los exportadores y negociantes que ven en Cuba un mercado pequeño y pobre, pero potencialmente interesante.

3. Los libertarios que piensan que ningún gobierno debe inter- ferir en la libertad de los norteamericanos para viajar a donde de- seen y hacer negocios con quienes quieran.

4. Los simpatizantes procomunistas -pocos, pero muy activos-presentes en publicaciones como The Nation o en numerosas universidades.

5. Las víctimas del muy extendido fenómeno de la “Benevolente Simpatía Superficial” (BSS). Estos últimos ven a la revolución cubana con una vaga y epidérmica simpatía, surgida del poderoso imprinting que dejó ese episodio en la memoria de medio planeta desde 1959. Les resultan “fascinantes” aquellos jóvenes barbudos que derrotaron al ejército del dictador Batista, dirigidos por un personaje singularísimo.

En esta última categoría, a mi juicio, sustentada en esa imagen falaz y tonta, pero muy arraigada, se inscriben personas como Obama y Kerry. No son comunistas, y no desearían para su país un sistema como el que padecen los cubanos, pero observan a los Castro con una benevolente y superficial simpatía.

He visto a muchas personas afectadas por el síndrome de la BSS. A principios de los 90, el presidente Carlos Salinas de Gortari convocó a una isla mexicana del Caribe a Felipe González, a César Gaviria y a Carlos Andrés Pérez -todos entonces presidentes de sus respectivos países- a una discreta reunión con Fidel Castro.

La URSS acababa de desaparecer y con ese cataclismo se había esfumado el subsidio a la isla. El propósito del cónclave era tratar de ayudar al dictador cubano a sortear las dificultades y facilitarle el tránsito hacia otro modo de organizar la sociedad cubana.

Fidel era un enemigo del neoliberal Salinas, privatizador y cercano a Estados Unidos. Era un aliado de la ETA española a la que González se había enfrentado a tiros. Era un cómplice de las narcoguerrillas colombianas a las que Gaviria intentaba derrotar. Y nunca se había alejado de los conspiradores antidemocráticos venezolanos. Pero los cuatro estadistas reunidos con Castro querían salvarlo. Los dominaba la Benevolente Simpatía Superficial.

Muchos años más tarde, en su exilio miamense, provocado por Hugo Chávez, Carlos Andrés Pérez me confesó que había sido tan ingenuo que llegó a pensar que Fidel Castro era su amigo. En sus palabras había un profundo desengaño. Me dijo, en abono de su inocencia, que cuando su segunda toma de posesión, en 1989, un millar de venezolanos ilustres habían firmado una carta saludando la presencia de Castro en Caracas. Casi todos estaban hoy en la oposición o en el exilio. Sufrían, sin saberlo, de BSS.

¿Padecen Obama y Kerry del mismo mal? Sospecho que sí, aunque no hay nada más opaco y contradictorio que las motivaciones. En todo caso, parece que la BSS acompaña hasta la muerte a muchos enfermos. Solo se curan los que chocan con la realidad.

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Carlos Alberto Montaner

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