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El gran dilema de Gustavo Petro

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CARLOS ALBERTO MONTANER
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Todo fue muy civilizado. Muy colombiano. Muy educado. El presidente Iván Duque, a quien la historia lo absolverá porque no se ha echado un peso al bolsillo, lo llamó, lo felicitó y le ofreció reunirse con él. Álvaro Uribe dijo que para defender la democracia es menester acatarla.

Gustavo Petro, en cambio les dio las gracias a los “jóvenes” y a “las minorías oprimidas”. Con los primeros tiene razón. Su triunfo no se explica sin la juventud que le dio su primer voto ayudado por la falta de memoria histórica, dado que la toma del Palacio de Justicia ocurrió en los tiempos remotos, casi bíblicos, de 1985. En cuanto a las “minorías oprimidas”, no se sabe a quiénes se refiere. Tiene que explicarse. Como tiene que explicar el galimatías que ha armado al decir que va a inventar “el capitalismo y la democracia”. Con todas las deficiencias que existen en el engranaje económico de Colombia, si hay empresas privadas, y éstas están regidas por el mercado, como es notorio que acontece en la nación, ahí hay capitalismo. Al mismo tiempo, ¿cómo llegó él al poder si no existiera el modelo democrático universalmente respetado?

Daniel Raisbek, un pensador liberal del Cato Institute, dijo que Petro forma parte del “establecimiento” político habitual, aunque con las incorporaciones de “académicos de izquierda, periodistas o influenciadores progresistas, carcamales del sector público y políticos de carrera, según la ideología que, gelatinosamente, une a estos subgrupos, la muy intervenida economía, ocupa el puesto 92 en el Índice de libertad económica del Instituto Frazier”.

Se sabe que los primeros 30 puestos son de los países mejor organizados, los más prósperos, los que siempre tienen un aluvión de inmigrantes llamando a sus puertas: Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia), Inglaterra, Suiza, Luxemburgo, Estados Unidos, Canadá, Francia y Alemania, Holanda, Bélgica, Italia, España, Irlanda, Austria, Portugal y República Checa.

Los 30 siguientes, los que quedan de la Unión Europea, más los árabes ricos -Qatar, los Emiratos, Arabia Saudita- y algunas islas del Caribe, como Bahamas, Barbados, República Dominicana.

En general, esos índices tienen en cuenta varias categorías: The Rule of Law (la existencia de derechos de propiedad, la respetabilidad de los tribunales, y la decencia y honradez de los gobiernos). El tamaño del gobierno (medido por el porcentaje de los impuestos, la intensidad del gasto público, y los hábitos fiscales). La libertad reguladora (la libertad para hacer negocios, la libertad para trabajar y la libertad cambiaria). La verdadera apertura de los mercados (el comercio realmente libre, libertad para invertir y libertad financiera).

El problema que se le planteará a Petro, y a cualquiera que gobierne, es que si elige el mercado, el capitalismo y la democracia (como él se ha comprometido), no hay duda de que ha seleccionado la mejor opción de acuerdo a la naturaleza humana, pero eso tiene un costo en diferencia de ingresos, en desajustes sociales y en distinto modo de entender la vida.

Por la otra punta del fenómeno, si elige controlar la naturaleza de los seres humanos, estará sustituyendo la democracia por la autocracia y dará lugar a un mundo más chato y gris. Créame, señor Petro: yo vengo de una sociedad que sacrificó la libertad para lograr la igualdad. Al final solo lograron el cinismo y la miseria.

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