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Elecciones en EE.UU.

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Julia Rodríguez Larreta

La tremenda lucha por la presidencia de los Estados Unidos se está librando con singulares ingredientes. Algunos de ellos nuevos y otros inmemoriales en la puja por el poder. Elegir entre el héroe de guerra y el destacado universitario. Entre el más irascible y el más calmo. Entre un blanco y un negro. Entre joven y viejo. Entre quien tuvo 4 episodios de lucha contra el cáncer y el otro, de mejor salud. El que pertenece al partido gobernante, de una administración fallida y el que quiere impulsar una transformación social, cuyos alcances no explica y habla de generalidades.

El que votó en favor de la invasión a Irak y el que se opuso a ella. El que derrotó a una poderosa mujer, en las primarias, y el que eligió a otra mujer, como compañera de fórmula. El que apela a valores conservadores y quien invoca conceptos más liberales. Los antecedentes familiares de cada candidato difícilmente podían ser más diferentes. Uno, hijo y nieto de almirantes, el otro, hijo de padres inestables y ausentes, teniendo que ser criado por sus abuelos maternos. Rico el uno y el otro pobre hasta hace poco. El mayor de ellos, un alumno medio de la academia naval en Anápolis; el menor, brillante, graduado en Harvard, elegido como editor de la prestigiosa publicación de su facultad de abogacía, al haber sido capaz de superar sus desventajas familiares y de estrato social.

Invitada por la embajada de Estados Unidos en el Uruguay y el State Department, llegué al país del norte cuando Barack Obama fue formalmente nominado por el partido Demócrata, haciendo su discurso ante más de 80.000 mil personas que lo ovacionaban con enorme fervor, en un inmenso estadio al aire libre, flanqueado él, por dos gigantescas pantallas en el estrado. Las encuestas le daban entonces, una apreciable ventaja sobre su rival. Con sumo cuidado eligió como ladero al apuesto y probado senador Biden, del estado de Delaware, de origen irlandés y católico, con importantes vínculos en la clase obrera y los sindicatos, del noreste industrial del país. Desechó nombrar a Hillary Clinton, su adversaria hasta hacía poco. Quizás un grave error político.

Luego llegó el momento de seguir de cerca la convención republicana. Empezó este evento en forma mucho más apacible pero fue ganando el entusiasmo, cuando oradores previos le contaban al público, sobre el duro calvario sufrido por Mc- Cain en manos de los comunistas vietnamitas durante cinco años y medio. Si bien el gran batacazo emocional de la campaña, el que despertó el frenesí de los convencionales, fue nombrar a Sarah Palin como su vice, una ex miss Alaska, quien hace menos de dos años, fue electa gobernadora de ese estado, tras haber sido alcaldesa de su pequeña ciudad natal.

En ese momento cambiaron las cosas. Detrás de un semblante femenino de fácil discurso y sonrisa, se halla una astuta y dura operadora política. No a todos gustó esta elección. Muchos la consideran primitiva y de limitada inteligencia. Por ejemplo, Palin opina que la teoría sobre la evolución de las especies es falsa. No cree que el hombre esté provocando el calentamiento global. Intentó prohibir la circulación de ciertos libros en Alaska. Ha despertado el fervor evangélico. Es fundamentalista en lo religioso. Está totalmente en contra del aborto. Propone la castidad antes del matrimonio y objeta el control de la natalidad por medios anticonceptivos.

Durante la convención se filtró la noticia de que una de sus hijas, de 17 años, se encontraba embarazada y Palin anunció públicamente que cuando nazca el bebé, será recibido con los brazos abiertos por la familia. Ovación. Es frecuente que invoque a Dios en sus discursos. Tiene energía de sobra para tratar de imponer su agenda. Tema no menor con un McCain de 72 años que podría no terminar su mandato, aunque pude observar a su madre, espléndida dama de 95 años, presente en la convención.

Palin se ha convertido en una formidable distracción que opacó a Barack Obama y a Joseph Biden, y, en alguna medida, también a McCain que frente el enorme brote de popularidad, prácticamente no se despegaba de ella. Obama no encuentra la respuesta a este nuevo fenómeno. Creo que nunca un candidato a la vicepresidencia de los Estados Unidos ha desdibujado la fundamental contienda: la presidencial.

Los candidatos deberían centrar su atención sobre la economía norteamericana, sacudida seriamente por las quiebras financieras e inmobiliarias, el desplome de las bolsas, el aumento en los índices de desempleo (6.1%), la crisis energética, el deterioro salarial, el aumento de la deuda pública, la inflación, la pérdida de ascendencia internacional de su país, la guerra en Irak y Afganistán, las tirantes relaciones con ciertos países sudamericanos y con Rusia, pero los demócratas quedaron desorientados. McCain y Palin hablan del cambio, declaman que piensan enfrentar y vencer a la "gente" de Washington, y a los intereses creados, a pesar de que representan el partido Republicano que hace casi 8 años está en el poder y ha hecho bastante mal las cosas. La singularidad de estas elecciones se nota en el robustecido interés de la ciudadanía a todo nivel. Aún quedan por delante los tres debates, la inquisitoria periodística, los trapos sucios que puedan a salir al sol e incluso además el efecto de circunstancias ajenas a ellos mismos. Como la agudeza actual de la crisis que el demócrata busca capitalizar para sí.

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