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El regreso de EE.UU.

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BJORN LOMBORG
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En las horas posteriores a su toma de posesión como presidente de los Estados Unidos, Joe Biden reincorporó a la nación norteamericana al acuerdo climático de París. 

Esto se debe a que el cambio climático, según Biden, es “una amenaza existencial para nuestras comunidades, así como para la economía, la seguridad nacional y el medio ambiente”.

Seamos realistas. El clima es un problema creado por el hombre. Pero el alarmismo climático de Biden es erróneo casi por completo. Y políticas como la del Acuerdo de París arreglarán poco, pese a su alto coste. Biden tiene razón al destacar el problema, pero necesita un camino más inteligente para cumplir los objetivos.

El alarmismo climático está mal fundamentado. Pensemos en el ejemplo de los huracanes. El año pasado, sin duda escuchó que el calentamiento global hizo que los huracanes “batiesen récords”. En realidad, durante el año 2020 se superó la media en el Atlántico Norte debido, fundamentalmente, al fenómeno natural de La Niña, y el establecimiento de récords se dio únicamente porque los satélites pudieron detectar más tormentas. Si atendemos al potencial de los daños totales producidos por huracanes, en el Atlántico Norte el 2020 no estuvo ni siquiera entre los diez peores años. Y en casi todos los rincones del planeta, los huracanes estuvieron muy por debajo de la media, incluyendo el Pacífico, los hemisferios Sur y Norte. A nivel mundial, el 2020 fue uno de los años más pobres en el registro satelital de huracanes de los últimos 40 años.

Se cree que en el año 2020 los huracanes tuvieron gran importancia porque leímos historias cuidadosamente trabajadas sobre dónde y cuándo golpearon, pero no vimos relatos sobre los muchos lugares y momentos en que no lo hicieron.

Esta dinámica es la razón por la que la alarma climática generalizada se aleja de las décadas de investigación climática y económica, que muestran que el impacto total del cambio climático es negativo pero manejable. El Panel Climático de las Naciones Unidas, el estándar de referencia de los científicos climáticos, dice que el impacto total del cambio climático en la década de 2070 equivaldrá a una reducción media de ingresos del 0,2-2%. Dado que la ONU también espera que todo el mundo sea 3,63 veces más rico, el calentamiento global supone que solo seremos 3,56 veces más ricos. Eso no es una amenaza existencial.

Sin embargo, volver a unirse al acuerdo de París resolverá muy poco a un alto coste. Según las estimaciones de la ONU, si todas las naciones cumplen todos sus compromisos, se reducirá la temperatura global en menos de 0,05°C para el 2100.

El Acuerdo de París es costoso, porque obliga a las economías a usar energía cara o a usar menos energía. Según muchos estudios, la factura para las economías es de entre 1 y 2 billones de dólares en caídas del PIB cada año a partir de 2030. Aunque se consiga algo bueno, cada dólar de coste solo aportará unos 11 centavos de dólar (US$ 0,11) de beneficios climáticos a largo plazo.

Muchos países ricos prometen ahora que sus economías serán neutras en cuanto a emisiones de carbono para 2050. Solo hay una nación -Nueva Zelanda- que ha hecho una estimación independiente del coste neto que eso supone. Descubrieron que el coste medio, en el mejor de los casos, es del 16% del PIB. Estos números hacen que las políticas sean insostenibles a largo plazo.

Además, los países ricos pueden lograr muy poco por sí mismos. Imagine si todos los países de la OCDE detuvieran hoy todas sus emisiones de CO y nunca se retomasen. Esto sería totalmente devastador: los confinamientos por COVID-19 solo redujeron las emisiones en menos de un 10%. Así, se reduciría el calentamiento global para finales de siglo en 0,4°C. Esto se debe a que tres cuartas partes de las emisiones producidas en el siglo XXI provendrán del resto del mundo. Es poco probable que los países en vías de desarrollo acepten un crecimiento económico más lento para hacer frente a un problema del 2% dentro de 50 años.

Afortunadamente, hay una forma mucho más inteligente de avanzar: invertir mucho más en la investigación y el desarrollo de la energía verde. Como dice Bill Gates: “Nos faltan unas dos docenas de grandes innovaciones” para solucionar el problema climático. Si pudiéramos innovar el precio de la energía verde por debajo del de los combustibles fósiles, no solo sería la gente rica y bienintencionada la que reduciría un poco las emisiones. El mundo entero cambiaría, arreglando eventualmente el problema del cambio climático.

De esta forma, el costo sería mucho menor, las políticas tendrían más probabilidad de implementarse y, felizmente, esta inversión es otra promesa que Biden ha realizado.

(*) Bjørn Lomborg es presidente del Copenhagen Consensus Center y profesor visitante de la Copenhagen Business School. Entre sus numerosos libros publicados se encuentran los best seller “El ecologista escéptico” y “Cool It”.

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