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“Yo a vos te conozco...”

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Sucedió en el primer gobierno de Tabaré Vázquez cuando la ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi, se topó con una manifestación de protesta en las puertas de su ministerio. Abriéndose paso entre los manifestantes encaró con decisión a uno de ellos y le espetó: “Yo a vos te conozco ¿qué hacés acá?”. Sorprendido, el interpelado bajó la cabeza y se escurrió entre la gente sin decir palabra.

Sucedió en el primer gobierno de Tabaré Vázquez cuando la ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi, se topó con una manifestación de protesta en las puertas de su ministerio. Abriéndose paso entre los manifestantes encaró con decisión a uno de ellos y le espetó: “Yo a vos te conozco ¿qué hacés acá?”. Sorprendido, el interpelado bajó la cabeza y se escurrió entre la gente sin decir palabra.

Después se comentó que la ministra había identificado a uno de esos activistas que están en todas las broncas callejeras. En ese episodio, Arismendi habría reconocido a alguien que alguna vez militó junto a ella en un mitin reivindicativo, uno de los tantos que los frentistas organizaban contra gobiernos de los partidos tradicionales cuando estaban en la oposición.

Entonces, a Arismendi y a algunos de sus correligionarios les importaba poco que esos matones de ocasión se les unieran en sus correrías. Grupos como Plenaria Memoria y Justicia o el Sindicato del Taxi (Suatt) participaban a cara descubierta junto a militantes y legisladores de izquierda en marchas y “escraches” que podían concluir con vidrieras rotas, autos abollados y pedradas arrojadas contra la policía llamada a reprimir las algaradas. Después, todos se quejaban al unísono de la brutal represión policial.

Era el típico ciclo de protesta-represión-protesta que tanto daño le hizo al país en el pasado y que ahora, conflicto de la educación mediante, revive y hace carne en algunos de sus cómplices de antaño, Frente Amplio y Pit-Cnt incluidos.

Ese ciclo se cumplió esta semana. Cuando parecía calmada la contienda en torno al presupuesto de la enseñanza una veintena de estudiantes copó las oficinas del Codicen de la Anep (organismo que nunca pareció enterarse de la ocupación). El gobierno toleró la situación cinco días pese a que un decreto de José Mujica le permitía desalojarlos. Dudó demasiado entre echarlos del edificio o negociar hasta que finalmente comprendió que los ocupantes querían poco menos que Tabaré Vázquez fuera en persona a asegurarles el 6% del presupuesto para la educación. Visto que no había arreglo posible los obligaron a irse y ahí, a la salida del local, se armó la batahola que mostró la tevé.

De inmediato brotó el coro de denuncias sobre la ferocidad policial, los jóvenes heridos y el abuso de autoridad, todo lo cual reabrió el conflicto y dio pie a que los sindicatos docentes decretaran prestamente otro paro para condenar la represión a los liceales. ¿Liceales? Bueno, más o menos, como pudo verificarlo el periodista radial Emiliano Cotelo que entrevistó dos veces a un vocero de los ocupantes, supuesto liceal que luego le confesó con un hilo de voz que tenía 21 años cumplidos.

Ahora, desde el gobierno, el Frente Amplio y el Pit-Cnt señalan a Plenaria y al Suatt entre los agentes provocadores de la refriega. Eduardo Bonomi descubre que esos “grupúsculos” de agitadores buscan “tener mártires” y “radicalizar los conflictos”. ¡Chocolate por la noticia! Hace rato que buscan. Y todos podrían decir, como Marina Arismendi años atrás, “yo a vos te conozco”.

Pero hoy es distinto porque estos radicales -los conocidos de siempre- apuntan contra el primer gobierno de izquierda que encara una crisis y ya no puede sofocar cada protesta a fuerza de poner plata.

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Antonio Mercader

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