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Uruguay entre los peores de la clase

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Antonio Mercader
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Estamos saturados de oír a los gobernantes del Frente Amplio jactarse del avance que le proporcionaron al Uruguay en la última década y media. Aunque los datos optimistas suelen proceder del equipo económico, hay informes de otros sectores de gobierno que insisten en ubicarnos entre los países de avanzada en el mundo. No es así. El "excepcionalismo" uruguayo, ese que otrora nos situaba como una perla engarzada en el subdesarrollo latinoamericano, ya no existe.

Así lo confirma el Banco Mundial en su Índice de Capital Humano para 2018. Es un trabajo que procura determinar la productividad de la próxima generación de tra-bajadores. Es decir, cómo pinta el futuro progreso del país. Uruguay figura en un mediocre puesto 68 en el ranking sobre un total de 157 países analizados, por detrás de varios países latinoamericanos, entre ellos Costa Rica, Chile y Argentina. En tiem-pos no lejanos solíamos estar primeros.

La caída de Uruguay en ese ranking responde sobre todo a la menguada permanencia de los jóvenes en el sistema educativo. El 60% de nuestros jóvenes —población menor de 24 años— no logra completar los estudios de Secundaria. Su sistema educativo, según el Banco Mundial, ostenta la más alta deserción de toda América Latina. Sí, leyó bien: de toda América Latina. En ese rubro somos los peores. Lo ratifican además las pruebas PISA, medición de conocimientos de los estudiantes en donde perdemos terreno año a año.

Podrá decirse que tan oscuros datos apuntan solo a la crisis educativa que padecemos tras tres gobiernos de izquierda, pero no es así. La caída alcanza a otros sectores, según se desprende de otro informe del 2018, el del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Es un estudio que se hace todos los años sobre la calidad de vida de las naciones considerando factores diversos como la gobernabilidad, reducción de la pobreza, seguridad pública, prevención de las crisis, energía, medio ambiente, etc. Allí figuramos en el puesto 55, también por debajo de varios países de la región. Siempre empeorando.

A mediados de los años 90 quien esto escribe hizo una presentación oficial de la situación del país en una conferencia en Lisboa. Para ubicar a los oyentes, en su mayoría portugueses, explicamos que de acuerdo a sus indicadores generales Uruguay estaba más o menos como Portugal. Los índices de ambos países —por entonces alrededor del puesto 25— eran bastante similares. Eso sí permitía hablar del "excepcionalismo" de un Uruguay despegado del resto de la región con niveles comparables a los de algunos países europeos.

En el lapso transcurrido nuestro país no dejó de perder posiciones. Hoy, Portugal, tras superar una gravísima crisis en la década pasada, ocupa el lugar 41 en el índice de Naciones Unidas, o sea que nos sacó unos 14 puestos de ventaja. Algo similar ocurre con otras naciones a las que antes superábamos en varios rubros y que ahora nos miran desde lo alto.

Leyendo estas dos evaluaciones externas y neutrales se advierte que el autobombo frentista sobre los logros conseguidos —agudizado por la cercanía de las elecciones— tiene cada vez menos sustento. No reconocerlo, no admitir que vamos barranca abajo, solo sirve para agravar las cosas.

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