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Un triste vodevil llamado Pluna

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El libro "Pluna, la caja negra" editado por El Observador ofrece una impactante visión de conjunto de la caída de la línea aérea. Repasar el proceso con la perspectiva de los 7 años transcurridos y sabiendo que Campiani y los suyos componían desde el principio "un grupo criminal organizado", permite calibrar la increíble serie de omisiones y negligencias cometidas por dos gobiernos del Frente Amplio.

El libro "Pluna, la caja negra" editado por El Observador ofrece una impactante visión de conjunto de la caída de la línea aérea. Repasar el proceso con la perspectiva de los 7 años transcurridos y sabiendo que Campiani y los suyos componían desde el principio "un grupo criminal organizado", permite calibrar la increíble serie de omisiones y negligencias cometidas por dos gobiernos del Frente Amplio.

Según la jueza Adriana de los Santos, desde el comienzo mismo, enero de 2007, hubo "una cadena de irregularidades, omisiones y estratagemas en beneficio propio y en perjuicio del Estado uruguayo y la sociedad en su conjunto". Esa cadena incluyó maquillaje de balances y desvío de fondos, una colosal estafa montada para edulcorar la situación de Pluna, venderla y cosechar "pingües ganancias" para el grupo Campiani.

Lo más irritante es que el fraude descrito por el fiscal y la jueza se consumó a vista y paciencia de funcionarios públicos que, salvo excepciones, dicen no haberse percatado de lo que tramaban los hombres de Leadgate. No lo intuyeron ni Vázquez ni Astori cuando pactaron con ellos un rarísimo acuerdo por el cual el Estado uruguayo, que poseía solo el 25% de las acciones, garantizaba el 100% de la compra de los aviones.

Estaban convencidos que hacían buen negocio pese a que la oposición los acosaba a interrogantes. Ni siquiera dudaron cuando a poco de empezar Campiani no aportó el capital prometido. Tampoco dudaron cuando Mujica, entonces ministro de Ganadería, les advirtió: "No me gusta Campiani... No me gusta por olfato, porque estaba con las vacas y salió de estampida con los aviones".

Ironías de la vida, Mujica debió apechugar con la peor parte. Y algo que venía tan mal barajado no hizo sino empeorar. Pluna se clausuró y una ley mamarrachesca extrajo su quiebra del derecho común al tiempo que Campiani recibía del Estado una inexplicable "cláusula de indemnidad".

Cerrada Pluna, en nombre de la conectividad (palabra que rápidamente hizo carrera) se orquestó la tramoya de la subasta pública con "el caballero de la derecha" de nombre falseado y el aval "perfecto" concertado entre Lorenzo y Calloia. Mujica no estuvo ajeno a ese desenlace según reveló López Mena, el empresario que siempre aleteó en torno al tema; sin perder un dólar, por supuesto.

Todo el proceso tuvo el aire de un triste vodevil en donde ministros y altos funcionarios de las dos administraciones del Frente Amplio fueron burlados por el trío hoy alojado en la cárcel de Campanero. Asumiendo que, como indica el fallo judicial, ninguno se benefició de esas maniobras, salta a la vista su ineptitud. La imagen de la carátula del libro "Pluna, la caja negra" luce como un afiche teatral: la delatora foto de la mesa del restorán Lindolfo con López Mena, el célebre "caballero" y otros comensales rodeando al ministro Lorenzo que observa, atónito, el lente de la cámara.

Mientras uno de los protagonistas (Lorenzo) pagó con la pérdida de su cargo y otros (Vázquez y Astori) admitieron haberse equivocado, resta saber qué hará Calloia, con pedido de procesamiento pendiente. También resta saber qué dirán los legisladores oficialistas que ciegamente respaldaron al gobierno en las interpelaciones por Pluna realizadas por Carlos Moreira, el senador que siempre intentó detener a los estafadores de Leadgate, héroe de esta historia repleta de villanos.

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Antonio Mercader

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