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¿Terminal o nido de ratas?

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ANTONIO MERCADER
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No es que sienta particular afecto por Juan Carlos López Mena (sobre todo después de su actuación en el sainete de Mujica con Pluna-Alas U), pero le doy razón en su proyecto de construir una nueva terminal de Buquebús en el área del dique Mauá. Al mismo tiempo condeno la sinrazón de quienes lo critican quizás porque prefieren que esa área deprimida de la rambla capitalina siga siendo un nido de ratas y refugio de indigentes.

El proyecto, además de la terminal, incluye una extensión del muelle, la erección de un hotel y un shopping entre otras cosas. Con votos del Frente Amplio y de la oposición, la iniciativa fue aprobada en el Senado en donde el oficialismo compartió la opinión de Lucía Topolansky: “Esto ayudaría a reorganizar la zona. Le daría un paseo nuevo a los montevideanos y la zona quedaría con un valor inmobiliario y paisajístico distinto del actual”.

Por una vez coincido con Topolansky.

Las dudas radican ahora en Diputados, en donde algunos frenteamplistas empezaron a flaquear ante la principal exigencia de López Mena: no quiere una concesión de predio sino que le vendan los dos padrones en juego. De otro modo -advirtió- no hay negocio.

También a algunos vecinos y ediles de izquierda -entre ellos Mariano Arana- les disgusta el emprendimiento y esa exigencia.

Ante la condición puesta por el empresario argentino sus críticos alegan que no se debe vender un pedazo de la costa que es de todos. Constanza Moreira, como siempre del lado equivocado, sostiene que esa venta “sentaría un precedente contrario a la tradición política de la izquierda que ha hecho de los espacios públicos y de los accesos democráticos a estos una seña de identidad”. ¡La identidad de la izquierda se juega en el dique Mauá!

El Senado lo aprobó y la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación también siempre que el proyecto respete las partes nobles del edificio de la Compañía de Gas y del dique, que son Monumento Histórico Nacional.

López Mena, asesorado por uno de los mejores estudios arquitectónicos del mundo, asegura que integrará esas construcciones a su plan, lo que supone en principio una inversión de 200 millones de dólares. Sería la mayor en la que va del si- glo en la opacada capital del Uruguay, que hace décadas no registra inversiones de ese porte.

Ya se sabe que cuando se presenta una iniciativa audaz y removedora habrá gente que pondrá peros. Siempre habrá quienes argumenten en contra. Siempre. Quien esto escribe recuerda que esa fue la actitud de quienes hace medio siglo se pronunciaron contra la boya petrolera de José Ignacio que le ahorró millones de dólares al país. Son los mismos que más recientemente bombardearon obras tales como la del Conrad en Punta del Este o el nuevo aeropuerto de Carrasco cuya conveniencia está largamente demostrada.

Aquí está en juego el turismo, una industria que el país necesita y que el nuevo amarradero de Buquebús con todos sus agregados promete impulsar. Convertirlo en un problema y no en una solución (que también le sirve al recargado puerto de Montevideo) no tiene relación con la identidad de la izquierda. Solo se trata de poner un palo en la rueda.

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